Diario de una filóloga arrepentida

martes, marzo 06, 2007

Elegancia interior

Ahí estaba yo, sentada entre la multitud en un banquito de la zona de zapatería del Penney's, intentando quitarme esa bota taaaan bonita y taaaaaaan barata que desgraciadamente resultó estar mal etiquetada y ser dos números menos del que me corresponde. Debería haber desconfiado desde un principio; no se puede esperar mucho del personal de una cadena de tiendas donde contratan a Vaca. El caso es que, mientras alternaba momentos de descomunal esfuerzo por deshacerme de aquel número 37 embutido en mi pie del 39, con otros de intento de disimular, haciendo como si mirase qué tal me quedaban, oía en mi cabeza a Alba iamsogreat y Bridget Jones diciendo a dúo: "elegancia interior, elegancia interior..." Había decidido ya salir del atolladero con dignidad y glamour, aunque fuese por una vez en mi vida, cuando otro pensamiento me sobrevino: "Mmm... ¿estoy bien depilada? Porque como no lo esté y se acerque algún dependiente a ayudarme y tenga que subirme la pernera... DIOS, OH, NO HORROR, suelta ahora mismo mi pie, bota endemoniada de 18 euros, y nadie saldrá herido." Con la elegancia interior a tomar por el saco y confirmando que no había moros en la costa, pisé la parte baja con mi otra bota (la que llevaba puesta de casa en el otro pie, se entiende) y, milagrosamente, funcionó.

No quedó así la cosa, no. La semana aún tenía por delante más momentos de glamour, clase y elegancia interior. No sé, sentarte en el McDonnalds e ir contando céntimo a céntimo las monedas necesarias para pagar el autobús (aquí no hay vuelta, si lo único que tienes suelto son 2 euros, 60 céntimos que se quedan) con la conclusión final por parte de Clara: "Voy a darle un céntimo de menos, a ver si se da cuenta. Si no, iré bajando, bajando, hasta que me cueste el bus un euro, como en Gijón." Sobre los montoncitos de monedas ocupando media mesa, ¿qué decir? No se veía nada igual desde que Epi y Blas aprendieron a contar.



Luego ocurrió lo de la no-fiesta. Como todos sabemos, las enfermerasguarrashijasdeputa (lo pongo así, Anire, porque sé que te gusta) son seres antipáticos y ruidosos. Como todos sabemos también, yo quiero venganza por los daños morales que me van a causar estos meses de convivencia. Así que no se me ocurrió mejor cosa que organizarle una fiesta de bienvenida a Clara en mi casa este fin de semana. El jueves, Anna nos dice que viene. Compramos esa bebida del Lidl a la que en adelante me referiré como Martinetti (ojo, aquí está al mismo precio que la bebida auténtica en España.) Sara se va de vuelta a casa el sábado por la mañana, así que otra baja para la fiesta. Aún así, nos permitimos seguir refiriendonos a ella como "fiesta" amén de reservarnos el derecho de admisión. Jueves noche, bar de siempre. Vemos a mi ex-compi de casa a lo lejos. Conclusión: no lo invitamos. No, de hecho no lo queremos entre nosotras si no tiene algo que darnos a cambio de que le proveamos con Martinetti. Decidimos que nunca mais simpatizaremos en ir de juerga en su compañía si no se trae al culomoyáu (ver PS2, al final de la entrada) que fue con él la semana pasada, que es taaaaaaan guaaaapo y taaaaan lo único que hay desde que se fueron los alemanes... Ex-compi vetado para la fiesta si no trae al otro en el lote.

El viernes ya empezabamos a dudar ligeramente de nuestra capacidad de convocatoria para el día siguiente. No por ello nos vinimos abajo y/o pensamos que estabamos dejando las cosas demasiado para última hora. La lógica estaba de nuestro lado: "Quien tiene el Martinetti tiene el poder." Lástima que la lógica, al igual que Anna, fuese baja de última hora para nuestra fiesta, que se saldó con un total de ¡¡¡ojo!!! ... ¡dos asistentes!, contandonos a nosotras. Vamos, estamos hablando de que había tantas botellas de Martinetti como personas. ¡Qué coño! Había más bolsas de palomitas en la fiesta que personas. (Estáis leyendo bien, aún a día de hoy sigo refiriendome a ello como "fiesta.")

Todo se desarrolló en un ambiente, eso sí, de elegancia y saber estar en el que no faltaron ni la música de la radio (el CD estaba estropeado), ni los vómitos producidos por el Martinetti, ni las manzanillas como remedio casero para dicho mal. Clara, ya con el estómago liberado de tan maligno líquido del Lidl, no se resignaba a considerar el fracaso.



YO: "Jajajajajaja. Es todo tan cutre..."

CLARA: "No es cutre, es privado."

YO: "¿Que no es cutre? ¿No ves la escoba medio cayéndose y un calcetín rosa colgado en el radiador?Jajajajaja, esta welcome party sí que tiene que alegrarte el venirte a vivir a Dublín."



Como momento estelar de la noche me gustaria destacar aquel en el que, dispuesta a sacar las viandas (aún no habíamos bebido, ojo, de ahí la gravedad de la situación) y, botella de Martinetti en una mano, botella de refresco de limón del Lidl en la otra, le confesé la terrible desgracia que me atormentaba desde que Ene Punto Erre punto me dijo que no vendría a verme a Dublín porque se va a la Riviera Maya con sus amigas:

"A mí nadie me quiere... O eso, o no tengo amigos, o mis amigos me quieren menos que sus amigos a los demás. A todo el mundo le viene alguien a ver. A todo el muuuuuuuuundooooooooo menos a mí. No sé, igual me huele el aliento o algo. Y Alba iamsogreat, que está ahí al lao, a 20 euros en avión desde Londres, no nos va a venir a ver tampooooooooooooco, claro, como está sumida en una espiral de lujuria y amor francés... Y ¿sabes qué? Que no lloro porque llevo el rimmel puesto y luego tengo que empezar a maquillarme desde el principio, pero que le den por el culo a todo el mundo." Bueno, sí, estaréis pensando, para elegancia interior, la mía.

PD: Hasta ayer noche anduve ocupada terminando un trabajo de Advanced English que me contaba para nota. Mañana me pondré a la búsqueda de alguna manera para que todos podáis oir el archivo del cumpleblog. Angel, he intentado lo tuyo, gracias, pero no hubo manera, vaya, me habría solucionado el tema. Espero esta volver pero ya a la normalidad con lo de los dos post semanales.
PD2: culomoyau es el simpático apelativo dado a los procedentes de Gijón debido a nuestro patente amor por el mar. Y bueno, sí, como nos gusta el mar, nos bañamos en él y como nos bañamos en el, nos mojamos el culo. Los de Oviedo son así de sutiles inventando gentilicios, qué le vamos a hacer.


Posted by la_filologa :: 6:06 p. m. :: 14 Comments:

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