Diario de una filóloga arrepentida

viernes, marzo 31, 2006

Errores inteligentes

El día empezó con una medio-alegría. Mi compañera de Fonética me informó sobre la primera reunión para la revista, que fue ayer. Lo que me contó durante el viaje en autobús fue más que suficiente para que todas mis ansias periodísticas desaparecieran. Parece que una hitleriana estudiante de Hispánicas ha tomado el mando y ha decidido crear un simpático medio de comunicación elitista, con números monográficos y, sobre todo, mucha, mucha poesía. Hasta un concurso. Y se publicarán. Siempre que no sean malas, según la opinión de la pequeña dictadora. Será un fenómeno mediático, sí, algo que leer en los momentos tontos entre clase y clase.
Ya en el aula, el Profesor Malvado nos devolvió unos trabajos . El mío ponía un GOOD acompañado de “There are some errors. But they are reasonable, intelligent ones”. Alba dice que soy la nueva Chosmky y será necesario buscarme un nombre artístico. Yo digo que el Profe Malvado algún día me sacará a la pizarra y descubrirá mi gran estupidez con respecto a su materia.
Llena de felicidad lingüística, bajé las escaleras hacia el aburrimiento garantizado en forma de traducción literaria. La clase fue corta y, al final, llegó lo mejor: la profe me dió la nota de mi exposición oral del otro día y resultó ser un 8, así que salí de su despacho más sonriente que el día en que el Oviedo bajó a Tercera. Y como en una película de Disney, la felicidad sólo podía aumentar. Antes de otra apasionante hora de laboratorio de fonética, fui a la máquina y ¡¡me cayeron dos Kit Kat en vez de uno!! Chicos, la suerte se alía conmigo. Mañana haré la quiniela. He dicho.
PD: Sólo por dar el último coletazo con el tema de la Fanta y el centollo. Por fin sé cómo se dice ñocla en español: buey de mar. Por otra parte, me parece un nombre horroroso e inventado por alguien que no había visto un buey en su vida, así que he decidido que voy a seguir llamándolo ñocla y que haré lo posible por olvidar una información tan innecesaria. No estoy en situación de ocupar a mis pobres neuronas con este tipo de cosas: aún tienen, las pobres, muchos errores inteligentes que cometer.
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jueves, marzo 30, 2006

Rodeadas. Sitiadas. Tres encantadoras filólogas solas ante el peligro.

Es muy duro escoger un lugar estratégico para comer TRANQUILAS en la cafetería de la facultad. Alba y yo oteamos en el horizonte de las mesas y al final nos sentamos en una pequeñaja, poniendo un poco de distancia con una mesa gigantesca de estudiantes de Historia. Desgraciadamente, no calculamos el nivel de decibelios al que podrían llegar ni tampoco que la mesa al otro lado de la nuestra se convertiría en otro gigantesco lugar de charla entre futuros historiadores.
Al final, llegó Merce y empezamos las tres a hablar de chorradas varias: que si Alba ya está estudiando (aplicada ella) vocabulario para el exámen de inglés, que cuándo saldrá la Erasmus, que si en este campus no hay guapos, que por qué la Coca-Cola de la máquina de la cafetería es tan cara si no tiene ni gas, etc, etc. No sé, cosas que salen a colación cuando uno está comiendo relajadamente.
Pasa la camarera a limpiar nuestra mesa (debía querer que nos piráramos ya). Se hace un silencio y escucho, a mi izquierda: “Porque el País Valenciá en el nuevo estatuto…” Seguimos con nuestra conversación y, de repente, se vuelve a hacer un silencio. “Porque pase lo que pase, tenemos asegurada la mayoría absoluta” (esta vez, a mi derecha). Al tercer silencio lo siguió un “cuando se vote el nuevo estatuto de la nación asturiana…”, otra vez a mi izquierda. Tenía a Alba justo delante y fue de esos momentos que con la mirada lo dice uno todo. -¿¿¿Están hablando de la Constitución a la hora de comer??? -Si,si, no son imaginaciones tuyas.
Y, con las mismas, nos levantamos, dejando al chaval de la gorra (no se la quita nunca, oye, yo creo que ni para dormir. ¿Mi opinión sobre el tema? Se está quedando calvo. Fijo) dar su mítin sobre la Constitución y a los chicos de la otra mesa planear cómo iban a ganar las elecciones de Representantes de Alumnos por Geografía e Historia y, algún día, gobernar el mundo.
Minutos antes de irse ellas a la biblioteca y yo a clase de literatura, les confesé mi nuevo gran miedo: “Os imagináis que nos dan el Erasmus… ¿y aparecemos en un campus como éste, pero en guiris?” Con sólo pensarlo, a las tres nos recorrió la espalda un escalofrío. Angustia existencial.
PD1: Síiiiii, sí, sííiiiiiiiiiiiiiiii. Mi clamor contra el gato por liebre en el asunto centollo/ñocla del anuncio de Fanta ha llegado a las altas esferas. Hoy pone el Qué! que la empresa ha tenido que pedir perdón por el fallo. Vale, fue el ayuntamiento de un pueblo gallego el que se llevó el mérito. Pero me siento una triunfadora de las causas perdidas de todas formas. Jeje.
DP2: Hoy, puede ser la desesperación, puede ser que me haya dado el sol en la cabeza, pero juraría que he visto un guapo en la cafetería. Sentado en la mesa de al lado, para más inri. En la de los de la Constitución no, en la de los conspiradores para ganar las elecciones dichosas a representantes de estudiantes. Nos encontramos ante un hecho histórico.
PD3: ¡Ja! Me han ofrecido escribir en una revista que van a volver a editar en la facultad. Diría que es por mis cualidades para la escritura, pero en realidad la chica que me ha preguntado si me interesaba nunca ha leído nada mío, así que mi ego no se emociona. Mañana le preguntaré otra vez sobre el tema. Veremos…
Posted by la_filologa :: 11:47 p. m. :: 3 Comments:

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viernes, marzo 24, 2006

Pánico en la autopista

Terminada la (en teoría) última hora del día, me dirigí hacia el último piso. Podía haberlo mandado todo a la mierda, pero decidí que si me esforzaba mucho-mucho por aprobar fonética, me sentiría mejor persona, más responsable y puede que hasta consiguiera un suficientillo.
Con unos cascos gigantescos (de esos que hay en la sección de música del Carrefour para que oigas tú solita lo último de Andy y Lucas xD) y un micrófono incorporado que riétete tú de Madonna en sus mejores tiempos, pasé veintitantos minutos repitiendo palabritas. Llego el triste momento final en que usas los cascos para escucharte a tí misma y… bueno, lo sigo odiando, pero recordaba el laboratorio como algo mucho más horrible y torturador.
De camino a la parada, apareció la paranoia número 1 del día: “mmm, yo había leído algo sobre que había un horario que cambiaba los viernes, un autobús que no venía o algo… ¿A que es el de Gijón de las 3 y media?” Ahí estaba, sola en la parada, mirando con ojitos de cordero degollado a todo viandante con una carpeta debajo del brazo, esperando que alguien se pusiera a la cola para confiar en que sí había autobús. A y veinte pasadas, otra chica con su carpeta se une a mí en la espera. Fin de la paranoia número uno.
El bus llega, arrancamos, miro al frente y… comienza la paranoia número 2. Un cartel que ponía “Bus universitario Oviedo-Avilés” en el parabrisas. Era el que veíamos nosotros, el revés del que se veía desde afuera. Pero la pregunta era: ¿Esos carteles ponen lo mismo por los dos lados o no? Me decía a mí misma: Piénsalo, piénsalo ¿leíste el cartel antes de subirte? Si. No. No sé, tenía hambre. AAAAAAAAHHH. Seguro que va a Gijón, porque los bonos de Avilés son de otro color. Pero el señor autobusero llevará desde las 7 de la mañana llevando gente de Gijón a Oviedo, de Oviedo a Avilés, de Avilés a Gijón. No le pidamos que encima se fije en los colorines. Ay, ay, ¿y qué hago si voy a Avilés? Llamo a Noe. ¿Pero dónde me bajo? ¿Y cuándo la llamo? ¿Cuándo esté llegando? ¿Ahora ya, para que vaya asimilando con tiempo que su amiga está tonta? ¿Y qué le digo? ¿”Adivina quien viene de visitaaaaaa…” o algo más directo, en plan: “no tendrás algo de comer por ahí”?
Ya sudando, con una tensión encima que no podía, la autopista que parecía que no avanzaba, veo que se acerca el punto clave. A un lado “Gijón-Santander”, al otro “Avilés-Coruña”. Cruzo los dedos. Bien, bien, coge el carril de la derecha del todo. Vaaaaamos a Xixón. Empiezo a cantar mentalmente “Esa villa marineeraaaaaaaa, de mi tierra asturianaaa, donde las olas del maaaaaar te despiertan de mañanaaaaaaa”. Demasiado pronto. El conductor se cambia de carril . Vuelven los sudores fríos, saco el móvil de la mochila. Me repito a mi misma: Si es que no puede ser, lo que no te pase a tí… Ya lo decía yo que hoy este bus pasó muy pronto. Que hay que leer los carteles, que leer es buenísimo para todo, ya te lo decía tu profe de Literatura en el instituto. En ese cambio de carril, os lo digo en serio, hubo un momento como los de los que se mueren en las pelis, que ven toda su vida pasar ante sus ojos. Sólo que yo me veía a mí misma subiendo al bus sin mirar el cartel una y otra vez, una y otra vez.
Entonces me dí cuenta de un dato clave: estábamos en el carril de enmedio. ¿¿Pero para dónde tira el carril de enmedio?? Entre los nervios y que no me había tocado ventanilla, no veía bien a dónde nos avecinábamos. Yo ahí: Jesusito de mi vida, eres niño como yo, por eso te quiero tanto y este carril que sea el de Xixón. Tuyo es y mío no. Ya teníamos encima el desvío AAAAAAAAAAAAHHH (grito interior hacia mí misma) que me voy a Avilés, que me voy a Aviles… Y una vez más… salvada. El conductor se había metido en el carril central para adelantar por la derecha al resto de coches que iban hacia Xixón. Así que cuando definitivamente ví Ensidesa (ahora Aceralia), supe que no había sido un espejismo: íbamos en el camino correcto. Y ante la fábrica echándo humos, volví a mi canción patriotico-festiva, ya a pleno pulmón mental Lo llevaré muy dentroooooo de mis entrañaaaaaaaas, no te olvidaré nunca, nunca nuncaaaaa aaaaaaa, Gijón del aaaaaaaaaaalma. CHIMPÚM.
Así son las cosas y así se las hemos contado. Mañana más.
Posted by la_filologa :: 11:40 p. m. :: 1 Comments:

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jueves, marzo 23, 2006

Eso NO es un centollo

Carta abierta a los responsables de la campaña de publicidad de Fanta:
Muy señores míos:
El objeto de esta misiva no es otro que indicarles el fatal error en la nomenclatura del crustáceo que protagoniza su campaña publicitaria.
Reconozco mi total desconocimiento sobre el nombre en castellano del animalito del anuncio. Verán ustedes: aquí, en Asturias, los pescados o mariscos tienen un sólo nombre: en asturiano o en castellano, pero sólo uno. Me explico mejor: es evidente que si un marisco tiene nombre en asturiano, lo tendrá también en castellano, pero simplemente no lo usamos nunca. O uno, o el otro, nada de carteles traducidos en las pescaderías y no esperes que nadie sepa como se dice en el otro idioma. Es una cuestión de simple falta de uso. Sí, supongo que algún día tendré que comprar pescado o marisco en un sitio donde se hable sólo castellano. No se preocupen, tengo dos planes:
a) Si hay cartelito sobre lo que quiero, lo leo y punto.
b) A falta de ayuda externa, pienso señalar, sonriente a la vez que educada, al tipo de pescado/marisco que sea y decir “Ponme dos… de eso”
Una vez explicadas mis circunstancias, volvamos al objetivo de mi indignada misiva. He de advertirles de que, pese a que no tengo ni puñetera idea del nombre del crustáceo que ustedes lanzan al estrellato, desde luego NO es un centollo. Para un nombre que me sé en castellano, por favor, no me joroben. Un centollo es ésto :





¿Es ésto, acaso, lo que aparece en su spot televisivo? Permítanme que me auto-conteste: NO, la televisiva no es más que una simpática ñocla. ¿Qué yo tampoco sé como se llama en castellano? Vale, sí. Pero seguro, seguro, que centollo no es.
Me despido con la sincera intención de que mi amable carta haya servido para que pongan fin a su vergonzoso amago de engaño a la ciudadanía de este país. Porque puede que muchos sean de interior y no se hayan dado cuento, pero creo que hablo en nombre de todos los amantes del marisco del Cantábrico cuando digo: ¡¡Con el centollo no se juega, joder!!
Posted by la_filologa :: 1:04 p. m. :: 0 Comments:

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miércoles, marzo 22, 2006

Pepita goes wild

Ya hace tiempo me había fijado en ella mientras el profesor malvado pasaba lista. No tenía pérdida. Chiquitina (no es que yo sea Pau Gasol en femenino, pero estoy en la media), así más bien redondita y con unas gafas definitivamente demasiado grandes para su cara.
Hoy no estaban las chicas con las que como siempre en la facultad, así que me uní a una mesa a la que me invitaron unas chavalas del grupo de la tarde, muy majas ellas. Total, que mientras yo estaba concentrada en abrir lo antes posible la envoltura en papel albal de mi bocata, llegó esta mujer de las gafas desorbitadas. Vamos a llamarla Pepita a partir de ahora, porque sin nombres (aunque sean ficticios) es un lío. Venía montando un escándalo monumental. No tan grande, la vocecita chillona no le da para que se la oiga mucho. Tras dejar por unos minutos mi preciadísimo bocata, esperando que nos viniera con una noticia bomba como que se habían adjudicado los Erasmus, que los extraterrestres habían aterrizado en el campus para devolver a su planeta a los de Filosofía o un similar, Pepita nos contó el motivo de sus chilliditos, saltitos y espasmos incontrolados. Fue al baño y cuando estaba dentro, se dió cuenta de que… (haced vuestras apuestas)
A) Se había metido en el de hombres por equivocación y la taza estaba toda meada.
B) En un momento digamos delicado, se había quedado sin papel.
C) Una pareja se metió en el servicio de al lado y se lo montaron mientras ella estaba pared con pared.
D) Ninguna de las anteriores.
And the winner is………. D. Pepita, nuestra amiga Pepita, esa mujer a unas gafas pegada, a unas gafas superlativas, chillaba porque (quiero música de tensión en este momento) … Había visto una mierda de araña. Espera, no te creas que fue así solamente. El gran motivo de su pánico es que tan maligno insecto se hallaba caminando como Pedro por su casa por una de las botas de Pepita. ¡Ay!- suspiraba nuestra valiente heroína- ¡imagináos que no me llego a dar cuenta y se me sube por los pantalones!
Exactamente cuando terminó de pronunciar esa frase, volví a mi ansiado bocata de chorizo con la firme intención de no volver a dejar para después un bocado por la intervención de gente rara que no conozco de nada. Anoté mentalmente que, a partir de hoy, me obligaré a no mirar más a Pepita como un pequeño ser inocente, sino como alguien que debería darme miedo. Y, ya felizmente masticando, mientras a mi alrededor continuaba la épica narración de cómo Pepita salió del aprieto, me la imaginé intentando sobrevivir al contacto con un bicho mayor. No sé, una vaca. Sí, de visita turística en los Lagos de Covadonga, vería de lejos a una vaca que rumiaba pacíficamente la comida y, acto seguido, intuyendo en la pacífica cornuda una mirada asesina y una violencia exacerbada, Pepita y sus gafas saldrían corriendo, a saltitos, como Heidi, pero con menos fortuna en el aterrizaje.
Posted by la_filologa :: 1:01 p. m. :: 3 Comments:

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martes, marzo 21, 2006

Enamoramientos absurdos I: Vive la France!

Ante situaciones de estrés, la gente reacciona de diferentes maneras. Yo, no sé por qué, pero cuando llego a cierto punto, soy capaz de enamorarme hasta de una piedra. No es que diga: “Mmm, mira que wenorro está ese”. Qué va, qué vaaa. Me entran ataques de amor, en plan: “Dios-es-el-hombre-de-mi-vida-cómo-puedo-llevar-21-años-respirando-sin-saber-de-su-existencia”. Y lo paso mal conmigo misma.
Como ya me ha pasado varias veces, he llegado a hacerme a mi misma un psicoanálisis barato, con la siguiente conclusión: mi cerebro desarrolla un auto-engaño amoroso para que pueda dejar parte de mis energías en eso y relajar un poco de tanto exámen y tanto trabajo. Puede que sea así o no, pero es mi teoría sobre mí misma, digo que tengo razón y punto pelota.La cuestión es que me puede pasar con cualquiera, aunque suele ser alguien a quien acabo de conocer o que ya conocía antes, pero sólo de vista. No sé, un tío que viva 3 calles más allá de la mía, uno que sube en el mismo bus que yo, o que estudia en el mismo campus. O cuando salgo de casa, que siempre encuentro algún autóctono que me llegue al alma. Bueno, siempre siempre, no. En Madrid, por ejemplo, no encontré ningún ejemplar a mi gusto, es que una es muy del norte, si vamos a ser sinceros, el chicarrón del norte no pasa nunca de moda (al menos en mi casa.)Luego está el tema de la intensidad del cuelgue. Todo depende del grado de estrés que lleve encima. Por ejemplo, el verano pasado me fui a Canterbury sólo 3 días después de acabar los exámenes finales. Tantísima tensión acumulada desde mayo a julio, derivó en lo último que le puede pasar a una mujer con un mínimo de autoestima: el cuelgue adolescente. Este tipo de enamoramiento temporal tiene la peculiaridad de retrotraerla a una a los 15 años, ahí cuando te daba corte hablar con los chicos que te gustaban. Puff, que angustia, que sufrimiento con el dichoso francés. Lo pasaba mal hasta para decirle hola, yo creo que se fue convencido de que me caía mal. Joé, que me daba vergüenza hablar con él y que se notase que se me estaba cayendo la babilla. Qué triste, qué lamentable. No mola volver a los 15 años cuando tienes 21. Menos mal que el chico se fue a la primera semana. Ahí vino lo peor, porque una habría querido despedirse con toda la efusividad de Europa o más, pero claro, como apenas le hablaba al chico, no procedía.No contenta con ésto, aún viví en Canterbury un segundo tipo de flechazo: el enamoramiento fantasma. Mi amiga Lorena me preguntaba ayer si era posible estar loca por un tío sin enterarte tú misma, porque su familia, sus amigos, todo el mundo le decía “a tí te gusta menganito”, y ella nunca había caído en la cuenta de esa posibilidad. Pues eso es un posible enamoramiento fantasma, que se entera todo el mundo, menos tú. Mira que Danita insistía: “A tí te gusta Alex”, y yo, indignada: “¿¿A mí?? ¿Qué dices? Uy, que va, que va”. Y no le contestaba así por tímida, sino porque estaba convencida. Total, que el otro día me puse a repasar las fotos de Canterbury y me dí cuenta. Joé, si que me gustaba Alex, oye. Qué cosas.Lo bueno de estos enamoramientos es que, por lo menos, se te pasan pronto y se te queda un poco cara de tonta diciendo: “¿¿¿¿¿¿pero como me podía gustar eso,ahí con toda mi alma, si no lo conocía de nada??????????” Ya ves, es una de esas preguntas retóricas a las que nunca tendremos respuesta, en plan ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? o ¿a qué huelen las nubes?. Y mira, que no es divertido, pero yo prefiero que el estrés me dé por este tipo de cosas que por, no sé, comprar un bazoka y liarme a tiros con todo lo que se mueva en el campus del Milán. Podéis dar gracias de que no sea ciudadana estadounidense, no vaya a ser que un día se me cambiase el chip y… PUM!!
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lunes, marzo 20, 2006

Con la tensión baja y en un concurso de pajas

“Tienes la tensión baja”, dijo mi madre
“¿Baja?
“Sí, sí. Bien.”
“Pero ¿la tengo bien o la tengo baja? Quiero decir, ¿con baja te refieres a no-alta, dentro de los niveles razonables, o a baja, de baja, de que hay cadáveres con menos presión arterial que yo?”
“Si lo sé, no te dejo mirarla. Estás bien. Sana como una manzana. Si la tuvieras muy alta tendrías que ir al médico y te mandaría comer sin sal como Menganita la del quinto que no sé qué y no sé cuanto más”
“¡Uy! ¿Sin sal? Entonces si está baja, bien. Prefiero desmayarme y tal a malvivir en el mágico mundo de las comidas carentes de sabor”
Así concluyó nuestra conversación sobre el regalo-estrella de este año en San José. Mi padre, fiel a sus originales costumbres de cara a los obsequios festivos, le regaló a mi abuelo un tensiómetro. Entonces, toda la familia se reunió para probarlo, porque todo regalo con pilas debe probarse el mismo día en que se da y en grupo. El lunni amarillo que canta de mi prima de dos años, el tensiómetro de mi abuelo, lo que sea. La cuestión es ver que funciona, por si hubiese que ir a devolverlo con el ticket.
El tema de mi tensión baja me llevó a acordarme de la noche anterior, en la que me había vuelto a casa tal que a las 3 y algo de la mañana hecha una piltrafilla. ¡Vas para vieja, bonita! Ya no aguantas nada, ¡qué lástima de juventud!, etc, etc. Ya a las 2 era toda bostezos y si aguanté fue porque estaba presenciando un hecho histórico: el gran concurso mundial de pajas. Pajas, pajitas, cañitas, como las llameis. Esas cosas con las que se bebe de los vasos (a ver en qué estaban pensando vuestras mentes calenturientas). Entramos en un bar, nos sentamos tranquilamente y entonces lo vimos. Dos objetos volantes no indentificados elevaban sus lánguidas figuras hacia lo más alto de la techumbre del susodicho establecimiento. “¡Buaaa! ¡Un concurso de pajas! A ver quien llega más alto”, exclamó a voz en grito una de mis amigas, mientras yo anotaba mentalmente no dejarlas beber más. Acto seguido, comenzaron a animar a los emocionados competidores en tan magno evento, a aplaudir los triunfos cada vez que unían una paja más al trasto y a contener la respiración en plan “aaaaaaaahhh” cuando el invento estaba a punto de caer.
Entonces, justo entonces, fue cuando me encontré a un chico de mi peña. Me apresuré a salir del entuerto:
“No las conozco…” (miro hacia ellas) “Pero de nada. Yo iba caminando sola por la calle y se me pegaron”
El pobre me mira de soslayo, luego a ellas y finalmente, a mi otra vez. “Lo mío es peor. Yo conozco a los de las pajas. Bueno, creo que a partir de mañana, NO”
Posted by la_filologa :: 12:57 p. m. :: 1 Comments:

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jueves, marzo 16, 2006




No hay nada como estudiar para que se te caigan los mitos. En clase de literatura estamos con Hamlet y la profe agradable nos lo ha dejado claro: “Shakespeare no se inventó ninguna historia, él las tomó de diversas fuentes y las transformó.” Vaaale. Que en el siglo XVI no existía el actual concepto de originalidad de las obras (aunque como se entere la SGAE, inventarán una maquina para ir atrás en el tiempo e implantar el copyright en la época), pero aún así, joroba que Shakespeare sea un copión, así como una vulgar Ana Rosa.
Sí, me siento defraudada como lectora, como casi-filóloga inglesa y como todo en general. Horas después, nos cuentan que el señor Chaucer, de nombre Geoffrey (para los no iniciados, es el gran escritor inglés de la Edad Media) tampoco tenía nada original. Directamente traducía, o “recogía historias de diversas fuentes”. ¡Jopetas!, que diría Laura. En ese país tenían muy poca imaginación, ¿no? Podemos dar gracias de que aún no existieran Bill Gates y los procesadores de texto, habrían descubierto una mina los autores ingleses. ¿Os imaginais el peligro que podría tener nuestro amigo William con las herramientas “cortar” y “pegar”? Sí, si, algo parecido a lo que tú hiciste con tu último trabajo…
Posted by la_filologa :: 12:55 p. m. :: 1 Comments:

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miércoles, marzo 15, 2006

En brazos de Morfeo

Mi pobre madre lo tiene asumido. Cuando tengo sueño, no hay que hacer caso de ni una de las palabras que salgan de mi boca. Especialmente, si son en contestación a algo. No razono. Por algún motivo, si estoy medio dormida puedo realizar tareas varias (véase aseo personal, hacer la cama, vestirme, preparar el desayuno, etc), pero no soy capaz de controlar la relación pregunta-respuesta.
Por eso, ésta mañana, no se extrañó, ni me preguntó nada cuando al grito de: “¡Me marcho ya!”, contesté, en pijama, desde la otra punta de la casa: “¡Voy!” en vez de “Vale” o “Hasta luego”. En diversas ocasiones he respondido a esta despedida mañanera con frases tales como: “¡Hasta mañana!” (¿te vas a la universidad o al Festimad, maja?), “No” (rotunda, ya a esas horas) o “Sí, sí. Vete, vete” (dando mi venia para que se marchase). Y es que de pequeña dormía fatal, así que ahora necesito recuperar tantas y tantas horas perdidas… que es una angustia tener que levantarse a las 7 cada día. Claro, me traumatizo con el tema y un día pasó lo que tenía que pasar. Pensé que me sonaba el despertador, lo apagué. Me había dormido. ¡Y media! ¡AAAAAAAAAAAAAHHHHH! No llego a coger el bus si no acelero. Con los pantalones vaqueros en una mano y el tetrabrick de leche en la otra, me dispongo a prepararme un Cola-Cao y compruebo cuanto tiempo me queda. Menos 25. Las 4 menos 25 de la mañana. Vergüenza y preocupación por mi propio estado mental se mezclan. Camino de puntillas de vuelta a mi habitación.
Al menos, como decía al principio, en mi casa me comprenden. Bueno, me comprenden, no me escuchan cuando digo tonterías, qué más da. Hubo un día clave en que mi madre se tuvo que enfrentar a el ser irracional en el que se convertía su primogénita (y unicogénita) por la falta prolongada de sueño. Vió como en una borrachera cerca del coma etílico no podría estar peor que medio dormida. Os sitúo. Regreso del viaje de estudios. 4º de la ESO. Una semana en Barcelona y alrededores. Horas de sueño: muy, muy, muy pocas. Me bajo del bus y me dirijo a mis progenitores. Ellos me preguntan lo típico:
-¿Qué tal?
Yo suelto lo que en ese momento considero la respuesta más lógica:
-Ví a Guardiola.
No os quiero ni contar el descojone que se montó y el cabreo y la indignación que ocupó todo mi ser hasta que cené y, 16 horas de sueño después, me desperté y vi la luz: ¿Para qué metes al pobre Guardiola en todo esto? Puff
Posted by la_filologa :: 12:54 p. m. :: 0 Comments:

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martes, marzo 14, 2006

Mejor no ponerse enfermo...

Ayer, a las 8 de la mañana, conseguí a duras penas arrastrarme desde debajo de la manta y emerger a la superficie del mundo de los vivos. Armada con dos paquetes de kleenex y un abrigo poco adecuado a la actual temperatura, fui directa a mi clase de fonética. Podía haberme quedado en casa, ir hoy en el segundo grupo y haberme pasado el día en la cama moqueando. Pero fui. Sería la… ¿madurez?, un ataque de responsabilidad o yo que sé, algo raro. Salí de la academia feliz por haber hecho bien la transcripción oral a pesar de la repentina sordera catarril y casi, casi a carreras. Notaba como se avecinaba la catástrofe. El profesor malvado pasaría lista, cuando llegase a mí percibiría el estado semi-comatoso en el que me encontraba y, poco después, llegaría la tragedia. Sí, lo estaba viendo. Dejaría su libreta llena de As (ausentes) y Ps (presentes), me señalaría con su dedo acusador y diría mi nombre con intención de que resolviese el ejercicio. Yo sudaría en la tarima, siendo incapaz de explicar por qué lo había hecho así. ¡Oh! Y me pediría, como a Alba, que hablara más alto, para que me oyesen mis compañeros, y Chomsky, en algún lugar del mundo, notaría que le ardían las orejas porque alguien estaba destrozando su teoría. Y el profesor se reiría así, con risa de malo de películas de Disney. Ay. Al final todo se quedó en una paranoia producida por la fiebre y el profesor malvado seguirá esperando mejor oportunidad para hacerme sufrir en la tarima. Creo que, en el fondo, él también estaba acatarrado y me deja unos días más de margen, hasta que me vuelva a poner en forma.
Hoy, en otro de mis maravillosos, a la par que ilustrativos sobre la condición humana, viajes en autobús universitario, el cielo se abrió y Dios me obsequió con mi plato favorito de conversaciones ajenas: unos gilipollas detrás. Yo tenía la firme intención de avanzar en la lectura de un libro de Chaucer que debo terminar para mañana. Me situé en los únicos dos asientos juntos que quedaban libres y, cuando ya tenía la mochila tirada de mala manera e iba sacando el libro, la ví. Polo rojo, raya del pelo al lado en un estilo inconfundiblemente “porque-yo-lo-valgo”, collar plagiado a Lisa Simpson. Una pija. Recé para que no conociera de nada a la que se sentaba a su lado. Error. Conocía a la de al lado, a la de delante y a los dos chicos que se sentaban detrás mío, al otro lado del pasillo. Y ahí se pegaron el gran viaje, parloteando a voces y riéndose de cosas que sólo deben tener gracia en el universo paralelo en el que viven. Por mucho que insistí, terminé teniendo que abandonar al pobre Chaucer, cuyo relato era atacado sin cesar por las noticias de aprobados y suspensos en asignaturas a las que se referían bajo nombres tales como “anato”, “histo” y “fisio”. Me entraron ganas de soltarlos en mi campus y que se los comiese un estudiante de filosofía. Así, a sangre fría, sin compasión. Que en el fondo yo no pido que desaparezcan del mundo, que también tienen derecho a existir. Pero que existan haciendo menos ruído. ¿Es necesario, de verdad, que no contentos con tener una voz de por sí desagradable, tengan que proyectarla al mundo cual actores de teatro? En fin, hallándome yo en medio de semejante sufrimiento auditivo, llegué, como en la mayoría de mis aventuras autobuseras, a una conclusión que me hizo comprender mejor a la raza humana. Por fín entiendo a la gente que tiene pánico a ir al médico, por enferma que esté. Son personas normales, que en algún momento de su vida se toparon con una conversacíon semejante entre estudiantes de medicina y dijeron: “Mejor no ponerse enfermo…” Por mi parte, me quedé con sus caras y desde aquí afirmo que bajo ningún concepto dejaré que me pongan esas manazas encima por lo menos, por lo menos, hasta que se les pase el pavo. Aunque esté, más que enferma, podrida.
Posted by la_filologa :: 12:50 p. m. :: 3 Comments:

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jueves, marzo 09, 2006

¿¿Raro?? ¡Tú no sabes lo que significa raro!

En los últimos cuatro años he estado realizando una doble titulación: Filología Inglesa y Psicología, sólo que una de ellas no se me reconoce. Toda una injusticia, ya que dudo que haya mejores prácticas en la facultad de Psicología que lo que llega a escuchar una en varios años en el bus universitario. Hoy, por ejemplo, a la ida llevaba sentado detrás a un emoticono del messenger. Sí, hombre, si salisteis por Gijón de Antroxu (léase Carnaval en otros sitios), seguro que los vísteis: eran tal que 15 o 20 amiguetes disfrazados de los famosos muñequitos del messenger. Esos que ponían a la espalda “iniciando sesión”. Los mismos. El caso es que el chico iba explicándole a una amiga a la que parecía que llevaba tiempo sin ver el “making off” de los disfraces, hasta que cambiaron de tema hacia las clases, los exámenes, etc. Entonces, el ya mencionado emoticono, soltó: “Es que en la facultad hay mucha gente rara”. Me entraron ganas de dar media vuelta y decirle: “¿Gente rara? ¿Rara? Tú estudias ciencias, porque me estás voceando innecesariamente al oído tus exámenes tipo test de biología, así que no hay duda de que estás en la “zona científica”, y osas decir que en tu facultad hay gente rara? ¡Tú no sabes lo que significa raro!”
Puede que en vuestras facultades haya frikis, pijos, empollones, heavies, lo que queráis. Pero raros, lo que se dice raros, no los verán vuestros ojos hasta que os metáis en un campus de humanidades. El concepto raro llega en estos ambientes a unos extremos a los que sois incapaces siquiera de abstraeros para imaginar. Cuando uno estudia Humanidades, cada cierto tiempo se le oye una de las siguientes frases:
a)Ésto sólo pasa aquí.
b)Ésto es lo típico que le cuentas a tus amigos y no se lo creen.
Desde que una profesora (transtornada, porque están todos transtornados los pobres) se ponga a repartir bombones en clase porque es su cumpleaños hasta estar comiendo en la cafetería y que en la mesa de al lado empiecen a tocar la gaita. Dos gaitas, concretamente. Desde salir de clase y en tu camino a la biblioteca encontrarte a uno haciendo Capoeira en medio del campus hasta asistir involuntariamente a una de las conversaciones profundas entre estudiantes de historia en la cola de la cafetería. Que les ves la cara y esa conversación tan ligera a las 9 de la mañana y te apetece señalar a uno con el dedo y gritarle: “¡Vas a morir virgen!”. De hecho, puede que lo haga alguna vez antes de acabar la carrera. Mira, alguien debería decírselo para que se vayan haciendo a la idea y yo necesito soltarlo ya. El caso es que, una vez comentado con alguna compañera, resulta que la gente que conocemos en Historia es normal. ¿De dónde salen entonces los frikis que nos encontramos en la fotocopiadora y dan tanta grima? Nunca lo sabremos. Es una asignatura pendiente, como superar mi miedo a los estudiantes de Filosofía. Me intimidan, tío.
En fin, todo tiene su parte buena y, al menos, en mi campus nunca te aburres y, por mucho que toda tu vida hayas sido la rara de tu grupo de amigos o de tu barrio, allí ¡eres de lo más normal!
Posted by la_filologa :: 12:46 p. m. :: 3 Comments:

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domingo, marzo 05, 2006

Mikel y Nacho: entre Sidraworld y Borrokilandia

¿Vosotras tenéis amigas monísimas y divinas a todas horas del día que hacen que a su lado parezcais un truño? Yo tengo dos (no se me enfaden las demás) y las quiero un montón de todas formas, ¿eh? A ver si os vais a creer que las altas y guapas no tienen su corazoncito, sus aficiones e ilusiones, como todo ser humano. Y también, al igual que todo ser humano, tienen sus mitos eróticos. Dos, en este caso. Y, además, los comparten.
Ya que tiene enchufe casi-familiar, le daremos el beneficio de ser el primero a Nacho. Resulta que el verano pasado me fui a Canterbury a aprender inglés y bueno, creo que me pasaba una media de 5 horas al día hablando con Nacho… en español. El caso es que después de pasarnos unos dos días buscandole toallas en aquel pueblo tan raro (y tan lovely, a la vez),de perdernos yendo al Sainsbury y de hacerle un té porque estaba malito y resacoso llegó a la conclusión de que era como una madre para él. Y me lo dijo, así, con cara de pachucho en la cocina, cosa que evitó que lo tirase por la ventana. No sé, supongo que porque en el fondo, tenía razón y mi “Eso me hace sentir muy… vieja” pasó pronto a cambiar “vieja” por “orgullosa”/”honrada” o algo así. Cuando llegué de vuelta a casa, fui toda feliz a enseñarles a mis amigas fotos de lo bien que me lo había pasado en tierras inglesas y de “los mis guajes” (ay, los mis guajes, cuánto me acuerdo de ellos…) Pero vayamos al grano, mis amigas bellas y divinas (a partir de ahora nos referiremos a ellas como Ene Punto Erre Punto y Ele Punto Ge Punto), se me enamoraron fotográficamente de Nacho. Servidora no se había fijado mucho, mucho, porque en un punto indeterminado de mi adolescencia pasé del amor al odio más absoluto a Leonardo DiCaprio y eso me llevó a perder todo interés erotico-festivo en los rubios por los siglos de los siglos. Es absurdo, pero es así. Reacción en cadena, diría yo. Así que, Nacho, guaje míu, si estás leyendo esto, ya sabes que el amor te ha encontrado (aunque puede que tú a él no)en un punto indeterminado de la Cornisa Cantábrica. Asturias o Euskadi. Sidraworld o Borrokilandia. Es el dilema.
Está bien tener como amor platónico a un amigo de una amiga, pero lo propio en estos casos es un famoso del ámbito que sea, pero famoso. El ámbito en concreto es “futbolistas de este mundo”. Y, no, malpensados, mentes calenturientas, no penséis inmediatamente en los típicos Torres y Casillas. Por favor, si esa era la primera idea de alguien, exijo que se pida perdón públicamente por creer que mis queridas Ene Punto Erre y Ele Punto Ge son así de palurdas. Un poquito de por favor, vamos, es increible que hayáis llegado a pensar eso. Un respeto hacia ellas a partir de ahora, ¡que no son tan horteras, hombre! Como bien habéis deducido del título, el interfecto se llama Mikel. Mikel Alonso. Porque, tal como había comentado en alguno de mis anteriores artículos, el chicarrón del norte nunca pasa de moda. Este gran mito sexual vasco que os comento juega en la Real Sociedad, es hermano de mi jugador favorito (buenos genes… futbolísticos, ¿eh? en esa familia) y así fue como Ene Punto Erre Punto descubrió que existía. Pobrecito suyo, era el hermano por el que nadie daba un duro, la prensa se metía con él; era, en resumen, el Jose Felix Guerrero de la Real. Lo de Ele Punto Ge Punto vino por otro lado. Casualidades de la vida, estudiaban en el mismo campus. Hasta que acabó la carrera y se fue sin decir adios. Y dejó tristes y llorosas a las mujeres que habitaban aquel lugar, totalmente vacías de su anterior ilusión por levantarse a las ocho de la mañana, cruzar el edificio y ver, aunque fuese cinco minutos, a nuestro amigo el sexy tolosarra. No hay palabras para describir el vacío que dejó en esa universidad, como no hay palabras para describir la carita que se le quedó a Ene Punto Erre Punto cuando el bello giputxi vino a Asturias con su equipo y se sacaron una foto juntos. “Huele a gloria”, musitó Ene Punto Erre Punto. “Pero si va a jugar ahora. No se habrá puesto colonia”, dije yo, que no había captado la poesía del momento. Me miró, como diciendo “hay que explicártelo todo, mona” y sentenció: “No huele a colonia. Huele a él. Huele a limpio”. Se asomó aún a tiempo de ver el autocar marcharse, mientras él leía en su asiento el periódico desde demasiado lejos. “Mira, es miope”, otra interrupción de un momento bonito por mi parte. Así, de una manera u otra, me las abandonó a las dos, pero creo que de todas formas, no pierden la esperanza de que algún día se entere que tiene quien le quiere en Sidraworld… o Borrokilandia. O ambas, ¿no?
Posted by la_filologa :: 1:12 p. m. :: 1 Comments:

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jueves, marzo 02, 2006

Será la edad...

Se niega a quedarse de baja, tío. Será que la edad le hace a uno más cabezota, o que tiene miedo de que alguien venga a sustituirle y se quede el puesto para siempre. O se teme que como deje de ir cada día a firmar el parte lo den por muerto y quedarse sin pensión, después de tantos años cotizando. Mi profe (llamémosle Perenganito) tiene ya una cierta edad muy cercana a la jubilación y últimamente sufre un ataque de ciática. A Perenganito le da totalmente igual que su médico le haya mandado reposo, que sea la época de más frío del año, tener que ir a dar clase en autobús con la consiguiente larga espera a la intemperie. Él nunca jamás en su vida (recalca con el dedo índice en alto) ha cogido una baja. No será esta la primera. Y es que Perenganito es un hombre muy peculiar. Ya generaciones anteriores a la nuestra nos habían advertido: “Lleva un libro en la mano, si lo mira de vez en cuando, puedes tomar apuntes. Todo lo que diga con la vista clavada en el techo es mentira. Da igual cuánto hable. Tú, ni caso, a no ser que luego vayas a dejarle los apuntes a tu peor enemigo.” En fin, que ante la ferrea insistencia de Perenganito en no quedarse de baja (a pesar de que probablemente su problema se solucionaría con dos semanitas de reposo absoluto), al médico sólo le ha quedado una solución: mandarlo a fisioterapia y darle unas pastillas que sólo Dios sabe lo que tendrán. Deberíais vernos a él y a nosotros en clase. Un cuadro. Él drogado hasta extremos que no podéis ni imaginaros, nos pregunta “¿de dónde viene (etimológicamente) A?”. Contestamos correctamente. Vuelve hacia la pizarra y dándose media vuelta y con los ojos medio cerranos, nos suelta: “Bueno, ahora veamos otro verbo. ¿De dónde viene etimológicamente A?” Nos miramos entre nosotros: “Diosss, este hombre está muy mal… En este estado no puede ir solo por la calle”. Y lo peor es que ya ni siquiera lleva el libro a clase. Ni lleva el libro, ni mira al techo. ¿Y ahora cómo sabemos cuando hay que coger apuntes y cuándo no? ¿Eh? ¡Una solución quiero!
Posted by la_filologa :: 11:21 a. m. :: 1 Comments:

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