Diario de una filóloga arrepentida

martes, diciembre 26, 2006

De sorpresas (o sustos) navideñas

Como ya anuncié en la última entrada, mi vuelta a casa fue culebronesca a más no poder. Después del drama de la maleta, del reencuentro con Alba iamsogreat en las puertas mismas del aeropuerto de Londres, desmaletada y llorosa, del registro de rigor que incluyó cosas de lo más variopinto, desde cacheos a tener que quitarme el gorro para pasarlo por el escaner (¿qué te crees que llevo ahí? ¿un arma de destrucción masiva?), del viaje de vuelta a Gijón del alma en el coche de los abuelos de Alba, me armé de valor, toqué el timbre de mi casa y... NO había NADIE. Bueno, sí, como entrada triunfal... fue una mierda. Así que pensé pasarme a mi plan B, que consistía en llamar a Pau... hasta que me dí cuenta de que cuando se me estropeó el teléfono en verano descubrí que no tenía los contactos guardados en la tarjeta SIM, sino en el teléfono en sí y los había perdido todos. Incluído, claro está, el de Pau. Bien, bien, muy lista, jamía. Al final, acabo en casa de una vecina, que me ve la cara de hambre y me da un café con leche y galletas, y de ahí paso a casa de la vecina justo de enfrente de mi casa, que me acabo de acordar que tiene llaves nuestras. Hablando me hallaba con ella y su marido, cuando se oyen pasos y unas llaves al otro lado del pasillo. Así que le cuentan que mientras no estaba, un mensajero ha dejado algo para ella y bueno, todo muy bonito y muy emotivo y mi progenitora planeando cómo iba a apañar la cena ahora que había una de más. Tan práctica, ella... Más o menos el mismo proceso cuando llegó mi padre, sólo que la cómplice era mi madre y no mis pobres vecinos.

Al día siguiente, fui al colegio a buscar a mi prima N., de 12 años, que salía a las 2.30 y ver a su hermana P., de 3 años, que entraba a las 3. A N. le da un ataque total de emoción, tira la mochila, me da un abrazo y se agencia mi gorro (el sospechoso de contener armas mortíferas, según la seguridad del aeropuerto de Londres.) Llega P. con la madre de ambas. La cojo en brazos y tal cual estaba de pie, que queda quieta como si fuera un muñeco y no es que no me hable... es que ni me mira. Ni contestar a preguntas sobre qué tal es su profe, ni si está contenta porque va a hacer una obra de teatro... nada, muda. En fin, la pillé en un mal momento, se ve, porque al día siguiente ya estaba tan simpática. Y al siguiente (tras recuperar mi maleta y darle el osito que le había comprado en Dublín) hasta me cantó todas las canciones de su repertorio. Encantadora. Si me vuelve a cantar Campana sobre campana, se puede considerar inducción al infanticidio, creo.

Mil perdones por no visitar vuestros blogs ahora que no tengo internet en casa. En cuanto vuelva a Dublín (hacia mediados de enero) prometo leeros, comentaros y contar muchas más cosas que se me quedan en el tintero. Muchísimos besos y feliz navidad a todos.
Posted by la_filologa :: 7:10 p. m. :: 13 Comments:

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