Diario de una filóloga arrepentida

lunes, octubre 23, 2006

No tengo glamour y relaciones astur-madrileñas

Yo ya lo pronostiqué hace unos cuantos posts lo del fin del glamour con las bajas definitivas para la causa de la Peren Aleteadora y Cris. Está claro, como se demostró el sábado, que es un hueco que yo no estoy preparada para rellenar.

Me fui tan feliz al centro comercial (sí, el más cercano, al que hay que caminar 25 minutos para llegar) a comprar zumo y "el vestido". "El vestido", también conocido como mi disfraz de irlandesa, algo que me permita camuflarme integrarme definitivamente en el paisaje. El caso es que cuando estaba toda atareada a la vuelta, tengo la sensación de que me voy pisando los pantalones del chandal por detrás, así que tiro un poco de la cintura y... se me descosen. Pero no un poquitín, en plan disimulable. No, no, se descosen en plan RRRRRRRRRRAASSSSSSSSSS a la precisa altura que todos os estáis imaginando: el culo. Así que, con todo el dolor de mi alma, me bajé la cremallera de la sudadera, me la até a la cintura y realicé mi caminata de 25 minutos EN MANGA CORTA. Yo veía que los irlandeses me miraban como pensando: "Joder con ésta, menuda chicarrona del norte. Seguro que es de Finlandia como muy cerca...", mientras yo iba toda digna, pensando, eso sí: "Soy una desgraciada, soy una desgraciada... Voy a denunciar a Penney's"

El caso es que por la noche decidí salir sí o sí con el vestido de irlandesa para ir a la fiesta en casa de la ponferradina y la madrileña que conocimos el otro día. Ya la cosa empezó mal cuando nos costó Dios y ayuda encontrar un super 24 horas en el que comprar alcohol. Como bien estaréis informados si leeis el blog de Alba iamsogreat, por estas tierras cuando te invitan a una fiesta, tienes que llevar tú mismo el alcohol. El carácter anglosajón, lleno de paradojas. Al final, con un vino tinto que ponía en denominación de origen Spain y una Coca-Cola (no vendían ningún tipo de alcohol que no fuera vino, en el dichoso súper), nos plantamos allí. Una vez en la casa, me dí cuenta de que todo había sido un error muy grande y de que este país y la conviviencia con Vaca están haciendo de mí una persona horrible.

Sólo veía irlandeses en plan hooligan vejestorio y demasiados madrileños. Y, os lo digo desde ya, no hay en el mundo, sobre la faz de la tierra entera, suficiente alcohol para que cuando estés hablando con ellos se te pueda olvidar ESE acento, ESE deje, ese nosequé que me pone tan nerviosa que llego a perder el hilo de lo que me están diciendo mientras pienso: "¿Cómo es posible que sólo tengan que aprender un idioma en la vida y no sepan usar los pronombres correctamente? ¿Por qué ser practicantes convencidos de la religión del leísmo y el laísmo, cuando son una cosa taaaaan feeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeea? ¿Por qué hablan taaaaaaaaan raro, joder, por qué, por qué, por qué me ponen tan histérica?" Y cuando conseguía centrarme en la conversación, no oía nada más que bobadas como que hay muchos madriles viviendo en Dublín porque, claro, es donde más gente hay. "¿Y Andalucía qué, chato?", te apetece decirle. Luego empieza a explayarse el chaval sobre sus vacaciones asturianas. Es uno de los típicos momentos raros, en los que el asunto de los sentimientos mútuos no funcionan. Veamos

Ejemplo A: Un madrileño y un catalán se encuentran en un país extranjero. Ninguno de los dos se emociona con respecto al lugar de origen del otro así de principio. Sentimiento mútuo.

Ejemplo B: Un asturiano y un vasco se encuentran. Se ponen en plan "AhívaPatxiiiiiiiiiiii, yo estuve allí de vacaciones". Si no estuvieron allí de vacaciones, alguno de los dos tendrá familiares, amigos o amigos de amigos en la otra región. Emoción y hermanamiento de pueblos. Sentimiento mútuo.

Ejemplo C: Un asturiano y un madrileño se encuentran. El madrileño se emociona, manifestando su alegría en forma de frase lapidaria en plan: "Me encantan lasss fiesstasss en loss pradoss assturianosss. ¿Sabess dónde esstá Tapia? Yo veraneo allí." El asturiano piensa: "¿Cómo no voy a saber dónde está Tapia, zoquete... Seguro que eres uno de los atontaos que normalmente sólo ven agua en la bañera y en verano se lanzan a las olas con una tabla de surf con la etiqueta colgando. Manda huevos..." No hay sentimiento mútuo, ni aprecio, ni emoción por el encuentro, ni nada.

Total, que no sabes si será el aire, el ambiente, la cantidad ingente de madrileños por metro cuadrado en Dublín o lo alto que hablan, que es como si llevaran una sirena en la frente diciendo: "Spanish, Spanish, Spanish", pero te vas dando cuenta de cómo las pequeñas cosas que antes no te molestaban o sólo te hacían gracia, te sacan de quicio y te convierten en una persona horrible, horrible y xenófoba y sabe Dios qué más. Y te preguntas dónde están los madrileños normales, que tú en su momento los conociste y como muestra está tu amiga Shaila. Luego, reflexionas y llegas a la conclusión que a los insoportablemente cansinos los exportan con promesas de trabajo en abundancia y mucho dinero. Ah, son listos éstos de la capital.

Kalimotxo en mano, hablas con quien sea con tal de evitar a los hooligans con pinta de chungos (valga la redundancia). Das con un vasco que, francamente, te cae como una patada en el culo y eres consciente, gracias a él, de que tu radar de vascos es tecnología inteligente, con lo cual se salta a gilipollas en general, para sólo soltar la alarma cuando es necesario. Cambias de rumbo. Te sirves otro kalimotxo. Vuelves a hablar con el madrileño que veranea en Tapia. Borracho es todavía más cansino. Cambias de rumbo. Le preguntas a tu compañero de piso si porfavorporfavorporfavorporfavor nos vamos a un bar. Negativa. Cambias de rumbo y vuelta al kalimotxo, repantigada en el sofá. Uno de los habitantes de la casa, procedente de un país anglosajón indeterminado, se acerca y te da conversación. Al rato, se une otra de las habitantes (sí, madrileña, la criatura) y literalmente se tira encima del chaval en diversas ocasiones, hasta conseguir salpicarte con su bebida el vestido. Trago de kalimotxo, te levantas del sofá y cambio de rumbo. Buscas a la madrileña que te había invitado. Te la encuentras en el centro de la sala, morreandose con otra tía. Cambio de rumbo y a echarse otro kalimotxo. Suizo pseudo-adolescente intenta ligar contigo. Cambias de rumbo. Vuelves a preguntarle a tu compañero de piso si ahora sí porfaporfaporfapoooooooooooooooooooooooorrrfaaaaaaaa. Negativa por respuesta. Vas al váter. Tiene moqueta en el suelo. Vuelves a echar mano a tu vaso y cambias de rumbo. Se te vuelve a sentar al lado el anfitrión anglosajón. Después de 5 minutos, llega otra vez la madrileña hijadelagrandísimaputa, dicho sea sin ninguna acritud ni subjetividad, se le vuelve a sentar encima y tira la puta cerveza del chaval encima... una vez más... de tu vestido nuevo. Te entran unas ganas asesinas de agarrarla por el cuello y explicarle, desde la paz y la armonía, que eso de pegarte con el chico que te gusta se pasó de moda cuando teníamos 13 años, para no volver nunca. Y que, por cierto, por lo poco que veo, el chaval pasa de ella como de la mierda. Y que es MUY TONTA. MUCHO. En su lugar, coges por banda a tu compañero de piso y lo arrastras hasta la parada más cercana de taxis, mientras blasfemas y repites una y otra vez hijadelagrandisimaputa, hijadelagrandisimaputa, reza para que el chaval no me eche los tejos nunca jamás. Porque como tenga una pequeña oportunidad, hijadelagrandisimaputa, le voy a meter la lengua hasta la campanilla. Porque podría haberte tirado encima a tí también una cerveza entera, hijadelagrandisimaputa, pero no sería suficiente. La venganza es un plato que se sirve frío y tú te vas a cagar, una vez más, hijadelagrandísimaputa.

PD: tengo fiebre, estoy afónica y llevo todo el día en la mano gracias a haberme dedicado el sábado a:
a) caminar en manga corta del centro comercial a casa.
b) buscar un taxi por las calles de Dublín a las cinco de la mañana con el vestido mojado.

Gracias, Penneys. Gracias, hijadelagrandísimaputa.
Posted by la_filologa :: 7:35 p. m. :: 10 Comments:

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