Diario de una filóloga arrepentida

sábado, octubre 07, 2006

La vida feliz, la vida sin Vaca.

No os dejéis engañar por el título, Vaca no se ha ido para siempre. No ha sido tragada por un (gigantesco) agujero negro, no se ha fugado a vivir la vida loca con el boyfriend y su bicicleta, no ha muerto tratando de superar su record mundial de cena inmensa (deberíais ver los platos, a-sus-tan). Simplemente, se ha ido de fin de semana. Al principio, al verla mochila en mano, sospechamos que se iba de vuelta a casa para asistir a la misma boda a la que irá Pollo el sábado. Craso error. En su familia saben bien quién es esta elementa y que, en caso de invitarla, probablemente se zamparía hasta los caramelos de los niños y asustaría a los invitados con su vestido rojo ajustado estilo no-dejo-nada-a-la-imaginación, así que nasti de plasti, sólo Pollo asistirá a la ceremonia. Vaca anunció el miércoles que se iba con sus amigas de excursión, en plena noche se largó mochilla al hombro y pelos (cuatro) al viento. Fue abandonar ella la casa y... todo empezó a ir como la seda.

Esa misma noche, encendí mi portatil con la intención de probar el cd-rom de alemán y cuál es mi sorpresa cuando... se conecta expontáneamente a internet. A la conexión de sabe-Dios-quién, no importa. Lo único que importa es que yo tengo internet en mi misma cama (en la que me encuentro ahora mismo). Al día siguiente por la mañana, nos dirigimos al famoso Dublín 1, encontramos la oficina a la primera, había mucha cola que fue bastante rápida, aún así. Nos tramitaron la PPS sin ningún problema y nos la enviarán a casa en 10 días. Poco parecía que fuese a mejorar el día cuando, al llegar a casa, me encontré un paquete verde de importante tamaño. He ahí el enviado por Correos por mis padres, con jamón envasado al vacío, otros entremeses varios que me pueden solucionar la vida bastante a menudo, la bufanda del Sporting y alguna prenda de ropa que necesitaba y no me había cabido en la maleta.

El ambiente en casa ya tenía otro tono diferente, menos tensión, menos porquería también. Para ser sinceros, Vaca es, literalmente, bastante cerda. Sin embargo, no por irse recogió el rastro que va dejando por ahi e, incluso hoy, dos días después de su huída nocturna, nos hemos encontrado en el suelo del salón, al pie de una butaca, una taza suya... aún con Cola-Cao. Pero todo parece diferente: el cielo más azul, el mundo más bonito, la universidad más interesante, los pajaritos cantan, las nubes se levantan, a todos nos sale genial la comida y no se nos pega nada ni en el grill ni siquiera en la sartén chunga, mis amigas que están de Erasmus en Galway van a venir a verme este fin de semana... Es todo como un pequeño milagro.

Y, hablando de cosas bonitas, porque no todo en casa son crisis y horror, lo de hoy. Las dos chicas que viven conmigo y estudian Enfermería habían accedido, sin ningún problema a mi petición de que mis dos amigas se quedasen a dormir el sábado en su habitación (ellas se van todos los findes de vuelta a casa). Como le dije a una de ellas, me habían hecho, con eso, un regalo de cumpleaños estupendo. Hoy se marchaban mientras nosotros estabamos en clase. A la que salimos, yo me quedé hablando con las chicas simpáticas de Canarias y Barcelona y mi compañero de piso se fue a la biblioteca (por aquello de Internet gratis, no porque sea muy amante de la lectura). Después de la charleta con las chicas simpáticas, voy directa a la cocina a hacerme la comida, cuando me giro para ver si necesito limpiar la mesa y veo... ¡otra taza mediada de Cola-Cao de Vaca! Noo. Bueno, sí. Me explico, la taza estaba allí, pero la visión de la mesa que nos importa ahora y que me importó a mí en ese momento fue una bolsita rosa con un sobre a mi nombre apoyado en su lateral. Y ahí estaba una tarjeta de felicitación de las enfermeras, un osito, una tableta de chocolate y unas gafas verde-Irlanda gigantescas. Y yo, como es lógico para todos los que me conocéis "in person"... me puse a llorar. Me alegré bastante de estar sola en casa, así que me harté de moquear de la emoción todo lo que quise y, después, me zampé un bocata de chorizo de Pamplona del que me mandó mi madre... y un trocito de chocolate de las enfermeras. Porque yo lo valgo.

PD: Esta noche, suena un sms en mi móvil español. Mensaje de Carmen para felicitarme. Me hace gracia que, con el asunto del cambio de hora, en España ya era mi cumpleaños, pero aún no en Irlanda. ¿Quieres saber, Peren Aleteadora, qué hacía la ilustre cumpleañera en los momentos en los que le llegaba tu felicitación? Estaba, falta de todo el glamour que a tí sí te caracteriza, aunque a mí no, fregando la mismísima taza del váter de abajo. Sí, mi mayor felicidad de esta tarde consistió en poder hacer mi propio auto-batallón de limpieza y dejar la casa decente aprovechando la ausencia de Vaca. Ah, pero cuán era mi satisfacción al ver que ya no había tazas usadas puestas por cualquier lado, ni revistas tiradas por ahí y que, por fin, por fin, POR FIIIN había conseguido quitar ese olor extraño que te echaba para atrás según abrías la puerta del baño de abajo y que te hacía adentrarte allí sólo en caso de extrema, extrema necesidad.

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Posted by la_filologa :: 3:01 a. m. :: 5 Comments:

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