Diario de una filóloga arrepentida

miércoles, octubre 18, 2006

You can leave your hat on

Os vengo con una exclusiva. Pero no una tontería cualquiera, de esas que en los programas del corazón les dan para tres días. Que va, que va. Esto es muuuucho más gordo (no, no va de Vaca), mucho más fuerte que cualquier otra cosa que haya salido en este humilde blog. Albas, Perens, DoctorJB, Andrómena, Iratxe, Pau, Sory, demás habituales que suelen o no comentar, alegres jovencitas que (según las estadísticas) llegan en masa a este blog buscando “mikel alonso” en el Google, estamos hablando de un hito y no espero menos que batir el record de comentarios. Anoche, mientras todo ocurría ante mis ojos, no dejaba de pensar cómo transmitir vía escrita el momento para que lo vivierais casi como yo. Al fin, conseguí un documento que… ayudará. Pero basta de preámbulos, vamos al grano.

Ya todo parecía un poco extraño cuando al llegar a la universidad descubrí que aquí se hacían balls (bailes, como los de Salvados por la Campana, pero sin vestidos pomposos para las chicas y trajes para los chicos). Repasando el librito sobre la vida en la universidad que me dieron el primer día, me fijé en que había una semana en la que una de la sociedades (una sociedad benéfica de origen cristiano, para ser más exáctos) se dedicaba a organizar actividades para recaudar dinero. No especificaba nada, pero me imaginé a mí misma esquivando simpáticos irlandeses con huchitas cual día del Domund por todo el campus. Gran fallo el mío. Bueno, ¡qué tontería! Fallo el de las asociaciones benéficas españolas, que no han visto el filón que han encontrado aquí los amigos en su semana de recaudación. Ya el lunes llegó un mail informando del programa de actividades de la semana. Eventos a destacar así a primera vista: fiesta de los años 80 (bueno, no creo que sea necesario regocijarnos en esas vestimentas, pero todo sea por una buena causa), Speed Dating (citas de 8 minutos con todo lo que se mueva dentro del local) y… la noche de “sólo bata blanca”. Supongo que lo habréis deducido a la primera, aunque os resistís a creerlo, así que aclaro: ese día los estudiantes de ciencias van al bar con su bata blanca de hacer prácticas. Sólo con la bata blanca. Como os lo cuento. De hecho, todos estos eventos ocurren durante una misma noche (mañana mismo, seguiré informando)

Pero en el programa había algo para anoche que no acabábamos de comprender. Así que nos dirigimos a nuestras compañeras de casa (las enfermeras majas, se entiende) y les preguntamos qué era aquello de “Slave Auction”. ¿Alguien tiene una idea? ¿Sí? ¿No? ¿Seguís todos ahí?
Las enfermeras, que anunciaron desde el principio su firme intención de quedarse en casita viendo la tele, nos lo dejaron claro no, cristalino: se trataba de… una de esas míticas subastas de gente que se ven en las series y pelis americanas. Sí, que se sube al escenario un chico o una chica y desde el público la gente enfervorecida empieza a pujar por tenerlo durante 24 horas. Sí, puedo decir que no es un invento de un pervertido productor de TV para que los (supuestos) adolescentes protagonistas muestren cacha. Eso existe en la realidad y yo… lo he visto.

He de decir que en realidad no es tal y como aparece en las películas. Es mucho peor… y más erótico-festivo, dónde vas a parar. Empiezo por ellas porque fueron los personajes de la noche. Se lo merecen, coño, por su desmesurado amor a los niños pobres que las llevó a hacer esas cosas: las enfermeras calentorras. Sí, no me equivoco al pluralizar, porque fue la facultad que contribuyó a la subasta con mayor número de gente y, ante todo, mayor entrega. Nada más empezaron a desfilar las primeras por el escenario, comprendimos por qué nuestras compis se habían quedado en casa: vergüenza ajena, que lo llaman. Las enfermeras calentorras subieron al escenario de una en una, en grupos de dos y hasta de cuatro y casi todas ellas debidamente uniformadas con el típico traje de porno-enfermera que todos os estáis imaginando. Mención especial merece una que, con una merluza impresionante, subió su cotización hasta más allá de los 200 euros a base de restregar el culo contra el presentador. Precisamente subiendo al escenario con el carismático presentador, no había manera de estar a salvo para las chicas: las que subían solas porque les tocaba enseñar algo de cacha. Las que subían en grupos de dos o más, eran inducidas a besarse. Como decía el conductor del evento: “Si entre todos juntáis 40 euros en este vaso, se besan con lengua visiblemente. Venga, 15 euros más, que todos queremos verlo. ¡¡¡No seáis ratas, que es para los niños pobres!!!”

Y luego estaban los chicos, que fueron quienes abrieron la veda. Empezaron de forma suave, con uno que cantó y, tras 30 euros en el famoso vaso recaudatorio, también se quitó la camiseta.
La cosa empezó a calentarse y alcanzó el punto álgido cuando subieron al escenario el vicepresidente y el tesorero (o algo así) de la Students Union, es decir, nuestros representantes en la universidad. De hecho, ahí fue cuando el asunto del vaso empezó a coger carrerilla. Que si 30 euros para que se quiten la camiseta, que si otros 40 para los pantalones y… el momento estrella. El presentador pide silencio y solicita dos voluntarias que suban al escenario. Su cometido es el siguiente: si se recaudan 100 euros en el vaso, tendrán que ocuparse de tapar… ejem… lo tapable mientras los dos chavales que quitan los gayumbos. Sobra decir que se sacaron 200 euros y no sólo tuvieron que quitarse los calzoncillos, sino también las manos de las chicas.

Según avanzaba la noche y la multitud aclamaba y se dejaba la pasta en las distintas “actuaciones” de chicos y chicas, el presentador advertía que ya quedaba poco tiempo. Así, a cada hombre que subía al escenario, se le pedía que se quitase la camiseta ya, de entrada. Y el numerito de las voluntarias se repitió todas y cada una de las veces que subieron dos chicos o más de una vez. La noche remachó con el camarero del local casi suplicando a su novia que dijese que no le permitía quitarse los calzoncillos, mientras la susodicha se descojonaba a más no poder entre el público, seguramente pensando que esta situación es algo que podrá restregarle eternamente por las narices. Ah, las mujeres somos así.

Para el recuerdo queda la mismísima presidenta de la Students Union teniendo que sacarse el sujetador por una manga para ponerselo a su novio… por 80 euros.
Y como colofón tras tantas emociones, os dejo una foto de uno de los muuuuuuuchos subastados que acabaron como su madre los trajo al mundo en el escenario. Elegido, para ser sincera, por su negativa rotunda a quitarse los calzoncillos que chocó contra el ansia recaudatoria del presentador: “Por el amor de Dios, una desconocida va a tapártela con las manos en un bar lleno de gente, pero ¡¡¡ES POR CARIDAD!!!”

Y, solidario, el chico lo hizo.



Posted by la_filologa :: 6:22 p. m. :: 20 Comments:

Postea un comentario o cotillea los de los demás

---------------oOo---------------