Diario de una filóloga arrepentida
miércoles, mayo 03, 2006
Todos como putas cabras
El último día antes de vacaciones de Semana Santa, alguien se dedicó a ir repartiendo por las mesitas del edificio departamental de mi facultad conchas. Si, conchas, de varios tamaños y esparcidas ahí sin más ni más. ¿Una oda a la llegada del verano? Lo veo un poco pronto.
A la vuelta de vacaciones, unos obreros se dispusieron a instalar un cono gigante en medio del campus. Cuando tomó forma (bueno, por decir algo) llegamos a la conclusión de que era una cafetera. Hoy me han dicho que, en realidad, es un megáfono puesto boca abajo. Mmm… vale.
El jueves pasado fui a probar el powerpoint de mi exposición en una hora en la que el aula estaba vacía. Cuando volví a salir al pasillo 5 minutos después en busca de un café, me encontré a un tío con una mesa plegable (pero grande, ¿eh? no os creáis que era una cosa discreta, no), un montón de limones, un exprimidor manual y una jarra con medidor. Juraría que pretendía que la gente fuese exprimiendo limones para ver cuánto sumábamos en total en la jarra. Me fui rápido porque temía que si miraba mucho, creyese que estaba interesada y me propusiese exprimirle el limón. Y eso no. ¿El significado subliminal de aquello? Aún sigue la duda.
Ayer mismo, de camino a Relaciones Internacionales, Alba happy y yo nos encontramos en mitad del hall del Departamental a cosa de 5 o 6 tíos arrodillados en el suelo, colocando cosas. Yo diría que alguna de esas cosas eran platos, pero no me hagáis mucho caso. Salimos corriendo.
Y pregunto yo, ¿es necesario que seamos tan raros 24 horas al día, 365 días al año? ¿No podemos darnos una pequeña tregua? ¿Por qué a uno no lo avisan antes de elegir carrera de que en Humanidades todo el mundo está como putas cabras (me incluyo, sólo que al lado de según quien, paso por normal)? ¿Por qué nunca hacemos cosas normales? ¿Por qué ese afán en regocijarnos contínuamente en que somos de Humanidades, luego somos raros y lo raro es guay? AY
EDITO: Hoy, mientras Alba iamsogreat y yo comíamos pacíficamente, criticand… eeeh, conversando en armonía, en la mesa de al lado, un pavo se puso a tocar la gaita. Hijo mío, si por casualidades de la vida algún día leyeses este diario, hazme caso: ese instrumento se fabricó para tocarlo al aire libre, no en un comedor estudiantil. En serio. Y añado: no es la primera vez que nos vemos en semejante situación.
Posted by la_filologa ::
4:42 p. m. ::
3 Comments:
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