Diario de una filóloga arrepentida

lunes, abril 24, 2006

Mis greatest hits

Como lo prometido es deuda, ahí va una pequeña selección de momentos lamentables por mi parte:
Como bien sabe todo el que me conoce, soy una experta en deporte, pero sólo en lo que es la parte teórica. Vamos, que soy un pato, que sí, que lo admito. Así que imaginaos con qué alegría iba yo a clase de gimnasia. Bien se sabe que toda posible desgracia ocurre en el momento y lugar adecuado para jorobar lo más posible a su protagonista, como el señor Murphy tiene bien estudiado en sus leyes. Llegó el ejercicio más estupido en 13 años dando Educación Física: jugar un rato al pañuelo. Ya sabéis: 2 equipos, alguien en medio sujetando un pañuelo en la mano, en cada equipo se numera a los participantes, el del pañuelo dice: ¡¡¡EL 3!!!, los números 3 de cada lado salen corriendo y gana el que sea capaz de llevarlo a donde están sus compañeros sin ser pillado por el del equipo contrario. Un juego entretenidísimo, no me explico que el fútbol llene estadios y ésto, no. Aquel día en cuestión, el de en medio berreó: ¡¡¡EL 7!!! Yo salí corriendo. En el equipo contrario, Fonso, mi compañero de pupitre. Nuestra coordinación pupitril nos llevó a que, mientras yo amagaba para cogerlo, echando la cabeza ligeramente adelante, él lanzase la mano directa a por el pañuelo. Y lo cogió, ¿eh? Me arreó un puñetazo en el ojo, pero lo cogió. Una semana antes de irnos de viaje de estudios, pero lo cogió. Me recuerdo en la sala de espera del sanatorio, con hielo en la mano y mi amiga Bea al lado, a la que yo le gritaba: “QUE NOOOO, QUE SI SE ME PONE EL OJO MORADO… YO NO VOY A BARCELONA. QUE NO, QUE NO VOY. ¡¡¡QUE ESTO NO SE TAPA CON MAQUILLAJE!!!” El médico hizo caso de mi dolor de cabeza ficticio (ya tenía bastante pupa en el orgullo en lo que llevaba de día como para volver al aula como una campeona) y me mandó a casa a descansar. Afortunadamente, todo quedó en una pequeña hinchazón que se me fue en nada. Y, al día siguiente, era el centro de atención del alumnado de la ESO. Sin ninguna conciencia de ello, había alimentado rumores de que tenía ¡sangre en el ojo! y cosas peores (es lo que tiene un pequeño incidente en un patio de colegio, que le das un poco de misterio y se convierte en un caso digno de GENTE en lo que dura un recreo.) ¿Lo mejor? La cara de Fonso, que se pasó tres días asustado, como si fuera una aparición.
Luego están un par de anécdotas relacionas con la ingesta insensata de alcohol. Por ejemplo, aquel día que Inés, Lety y yo estábamos en el Muro (paseo marítimo de Xixón), bueno, aireándonos un poco, que falta nos hacía. En un momento dado, me doy media vuelta y veo cruzando hacia el paseo a dos chicos con polos a rayas rojas y blancas y amarillas y verde oscuras, respectivamente. Más ancha que alta, y con el dedo señalador en dirección inequívoca, solté a un volumen más que suficiente: “¡¡¡MIRAAAR!!! ¡Dónde-está-Wally y la abeja Maya!” No debería, no, pero tenéis que reconocer que los chavales lo estaban pidiendo a gritos. Alguien sincero tenía que informarlos si no se habían dado cuenta aún. También está aquel día de Agosto que Ene Punto Erre y yo, en pleno botellón, tuvimos la necesidad irrefrenable de mear. Nos mandan al fondo, detrás de un árbol (sí, que campestres nosotras). Ella chilla “no puedo más, no puedo más, déjame primero” y, como soy una buena anfitriona, la dejé. Cuando al fin me sitúo en el árbol, me pongo a desabrocharme el botón del pantalón… De todos los coches que había aparcados en aquel sitio, de toda la gente que lo había dejado ahí antes de ir a la Feria, DE TODOS ESOS, el único que decidió poner salir del aparcamiento entonces fue el que estaba justo delante de nuestro árbol. Y va y pone las luces largas. Nunca una maniobra de un coche fue tan larga y complicada. Ya me veía a mí misma con los riñones explotando como el abuelo Simpson.
Pero, en realidad, la mayoría de mis momentos vergonzos y lamentables tienen bastante que ver con mi bocaza. O, mejor dicho, con mi capacidad para soltar por esa bocaza lo primero que se me pase por la cabeza en el momento menos adecuado. Como el viernes pasado, que Carmen y yo fuimos a la búsqueda de un regalo para Ana. La pobre tenía un doble trabajo: encontrar un regalo decente, a la par que ajustado a nuestro presupuesto, y soportar mi movimiento descontrolado por la tienda al grito de “Pero mira que feo es éstoooo”. Tengo que decir en mi favor que parece que la moda de este año es horrorosa e incluso veo posible que los modelitos de Ana Torroja en la peor época de los 80 vuelvan a las tiendas. El momento clave fue cuando solté: “Caaaarmeeeen, ¿has visto este vestido? Pero si yo juraría que mi padre tiene unos calzoncillos de la misma tela…” Ahí, la pobre se decidió por un bolso y me arrastró a la salida de la tienda, en la que aún no me daba por vencida “Halaaa, esta gente es tonta. ¿Cómo se les ocurre dejar maniquíes con ropa después del arco detector? Si quisiéramos, podríamos llevarle a Ana un modelito de estos gratis… (mirada de Carmen a medio paso entre un escalón y otro, que ni así me deja muda) “Que no digo que lo vayamos a hacer, ¿eh? Es un comentario.” (ya abajo) “Uyyy, ¡ni de coña! Ya sé porque los tienen abajo. Ésta ropa se la robas y le haces un favor a la estética de la tienda. ¿A que sí? ¿Carmen?”
El final épico de la tarde fue cuando se puso a llover a cántaros y hasta a granizar en Oviedo. Carmen, sujetando el paraguas plegable para las 2, me dice: “¿Eso fue un trueno? No, ¿no? Mira que suelto el paraguas y la bolsa y me voy corriendo a casa, que me dan mucho miedo”. Yo, por otra de esas asociaciones de ideas que me hacen soltar lo menos adecuado en el peor momento, induje la siguiente conversación (muy adecuada para alguien con miedo a las tormentas):
YO: ¿Viste lo de la iglesia que se cayó un trozo el otro día por un rayo?
CARMEN: Si, dijeron en la tele que estaban en un funeral
YO: ¡Ja! Pues casi les sale gratis la incineración. jajajajajajaja. (voy a arder en el infierno por esa falta de sensibilidad absoluta)
Mmm, pues es una pequeña muestra de cosas medianamente lamentables porque seguro que tengo alguna más vergonzosa y entretenida, pero no me acuerdo. Está la gran anécdota del electricista, pero esa necesita un post entero para ella. Queda aplazada para otro día. Mañana, la crónica de la Phylology Party.
Posted by la_filologa :: 1:22 p. m. :: 6 Comments:

Postea un comentario o cotillea los de los demás

---------------oOo---------------