Diario de una filóloga arrepentida
jueves, junio 29, 2006
El romance de Katia-Vanessa II
Los días avanzan cruelmente hacia el fin del curso de verano y no es esa la mayor dificultad de nuestra entrañable pareja. La timidez, las malas intenciones de terceras personas y los partes para firmar demasiado tempraneros fueron los obstáculos en su camino durante ésta, la primera jornada más allá del ecuador del curso.
Todo comenzó cuando las chillonas y envidiosísimas enfermeras de la fila de delante hicieron un avance inesperado y traidor aprovechando la tardanza mañanera de Katia Vanessa. Conversaban ellas, histriónicas como siempre, con un OINI (objeto ingenieril no identificado o, lo que es lo mismo, uno de los componentes del fondo ingenieril que se sitúa a nuestras espaldas) cuando el galán de Katia Vanessa, apenas levantando la vista de su adorada maquinita de videojuegos, comentó algo. Una palabra. Dos, a lo sumo. La enfermera más chillona, descarada como pocas, vió su oportunidad y le preguntó algo. Poco se imaginaba la brevedad del tiempo que durarían sus ilusas esperanzas: con un “Si”, el chico dió por terminada la conversación. Nada que ver con su galante actitud ante la posterior aparición de Katia Vanessa, a la que, todo sonrisas, informó de que no se había perdido nada importante hasta el momento.
Mientras los amantes de Teruel volvían a las confidencias, los directores del curso cometieron un error imperdonable: pasar la hoja de firmas de la mañana antes de un descanso. Nadie es capaz de imaginar la magnitud del dolor de Katia Vanessa a la vuelta de su café, al descubrir que se había ido sin dejar rastro. Sin embargo, durante las siguientes charlas, su recuerdo se mantuvo vivo. Con ciertas dificultades de concentración, las tres perenganitas completaron un test. Katia Vanessa y la peren aleteadora resultaron ser legislativas (mandonas en términos psicológicos) y la peren escritora, judicial (evaluativa, criticona, llamadme como queráis). Todas muy, pero muy jerárquicas y externas (dadas a hablar y trabajar con los demás.) Tras los resultados, Katia Vanessa no pudo sino lamentar que su amado no estuviese allí para ver sus características. Sin embargo, como mujer emprendedora que es, diagnosticó por sí misma a su yogurín: ejecutivo (sí, sí, lo que tu digas cariño, como a ti te parezca) e interno. “Interno a la máxima potencia”, les comentaba a sus perens mientras le entraba esa risa tonta de los enamorados.
La tarde comenzó con un nuevo vuelco del destino: al llegar al salón, alguien había ocupado el lugar de la peren escritora y hubo que moverse un asiento más allá. Poco después, la okupa se fue a otro lado y, mientras la peren escritora y la peren aleteadora discutían sobre quien tenía que irse hacia allí, ocurrió. El caballero andante de nuestra querida Katia Vanessa entró en escena. Durante unos segundos eternos, las tres perens contuvieron la respiración, contemplando la posibilidad de que eligiese el asiento vacío más cercano: el de al lado de la peren aleteadora. Pero el gallardo joven, sin dudarlo ni un momento, emprendió el camino más dificil y, sorteando mochilas en el suelo y a tres personas, ocupó el sillón de al lado de SU peren: la única e incomparable Katia Vanessa. Durante la tarde se sucedieron las sonrisas cómplices y los primeros amagos de conversación en los que nuestra valiente heroína tenía la iniciativa. “¿Cúantos niveles tiene eso?”, preguntaba ella, coqueta. “Ninguno. Sólo es ésto”, le respondió él. Azorada ante este hecho, que le preocupaba en cierta manera sobre la inteligencia de su amado, fue un poco más allá, “¿Pero cuánto tiempo llevas jugando intentando acabarlo?” “Dos días”, le contestó, mientras ella respiraba aliviada.
Y en esa breve pero intensa media hora llegó el culmen de todo, una indirecta que no podría ser sino un guiño a la joven filóloga. El profesor comentaba lo que ocurría en el cerebro cuando uno se quedaba en blanco en un exámen. La pregunta introductoria del catedrático con voz de cura fue la siguiente: “¿Cómo os ponéis antes de un exámen?”. Se hallaba ese pequeño David Janer de imitación concentrado en su juego sin niveles. Creíamos que no estaba de mente presente en ese aula, pero vaya que si lo estaba. Y vió, en la respuesta a esa pregunta, la oportunidad ideal para soltarle la indirecta a su amada: “Cachondos”, dijo al volumen justo para que la cosa no saliera de dos o tres asientos más allá.
Parece que está en su mundo, pero…
“Sí, sí, dama de risueña expresión, cachondos”
Katia Vanessa, desconcertada y halagada a la vez, llevó su mirada a otro sitio entre risas nerviosas. Tras un test más y pronto, demasiado pronto, la jornada estudiantil finalizó. Katia Vanessa y sus perens avanzaban con la esperanza de un merecido refrigerio mientras el caballero, ese chico a una maquinita pegado, ese joven con un futuro esguince de dedo de tanto jugar, iba en busca de su noble corcel (bueno, vale, coge el autobús, pero con eso no hay quien escriba nada romántico.)
Y así terminó la penúltima jornada de los Romeo y Julieta de los cursos de verano. ¿Aceptará Katia Vanessa las indirectas del apuesto galán? ¿Dejará él, durante una mañana, su maquinita por amor? Es más, ¿terminará el juego de una santa vez? Todo está en vilo, pero hay algo que sí podemos afirmar: los sentimientos del yogurín hacia su Katia Vanessa son innegables. Ella es, sin lugar a ningún tipo de duda, la única persona de todo el grupo a la que el chico le ha dirigido frases, frases: con sujeto, verbo y complementos. Si ésto, en un chico interno a la máxima potencia, no es amor, no sé yo que será.
Posted by la_filologa ::
12:09 p. m. ::
1 Comments:
Postea un comentario o cotillea los de los demás
---------------oOo---------------