Diario de una filóloga arrepentida

martes, junio 13, 2006

Mi primer partido con la Selección (y ojalá que haya sido el último)

Animada por el Mundial y todas las horas de fútbol y más fútbol que lleva a nuestras vidas, os voy a contar la aventura de mi primera y (ya veréis por qué) ojalá última aventura siguiendo a la selección en directo. Y es que, por mucho exámen que tenga, estos días me ponen de buen humor. ¿Cómo no van a hacerlo? Un mes durante el cual la programación televisiva deja de estar poseída por tomates y anarosas 24 horas al día para dejar sitio a Zidanes y Ronaldinhos, Gerrards y Ballacks, Drogbas y Shevchenkos, Didas y Dios-mío-aún-sigue-ahí Barthezs.
Antes de nada y, a riesgo de que alguien se moleste, diré que a mí la Selección española ni fu, ni fa. Que si ganan, bien, pues me alegro por ellos, que les aproveche. Tampoco me voy a echar a la calle a celebrarlo. Ni tampoco cuando pierden. Lo dicho, que ni fu, ni fa. Que me parece genial que haya gente a la que le haga mucha ilusión, pero yo ser, ser; lo que se dice ser, soy del Sporting. Y me niego a que nadie intente convencerme de que tengo que sentir lo mismo con la selección que con un equipo al que llevo más de 10 años viendo todos los domingos, con jugadores que han debutado, madurado y hasta se han jubilado delante de mis narices. No es lo mismo, que diría Alejandro Sanz. Que ese rollito de estar unidos tras unos colores, en plan “todos contra el fuego” está muy bien en teoría. Pero yo no acabo de verme animando a Torres. No.
En fin: al grano, que ya me estoy yendo por las ramas. Después de 8 “añitos en el infierno”, cualquier oportunidad de ver fútbol de primera es buena. Démonos cuenta que a la inmensa mayoría de futbolistas que están hoy en activo en primera división no los he visto jugar en directo en mi vida. Así que, cuando hace dos años anunciaron que la Selección jugaría un amistoso en el Molinón, me lancé a por la entrada: por fin iba a ver a mis jugadores favoritos de Primera. Me las prometía muy felices hasta que las cosas empezaron a torcerse irremisiblemente. Comenzó con lo de mi padre, que decidió que estaba muy cansado para ir a un partido entre semana a esas horas, que fuese conmigo mi madre. Luego salió la convocatoria: el primer cabreo fue la ausencia de Villa. Con Puyol lesionado, Yeste y Xavi missing, Del Horno en las mismas y no sé cuantas contrariedades más, aún mantuve la esperanza. Me dije a mí misma que, por muy mal que fueran las cosas, al menos vería jugar juntos, aunque fuesen sólo 10 minutos, a Valerón y Xabi Alonso y eso compensaría. Saez convoca a 23 jugadores. 22 jugarán y sólo uno se irá a la grada. ¿Adivináis quién? Efectivamente, Valerón.
Aún así, yo soy una chica decidida y no dudé en plantarme en mi asiento en la Grada Este dispuesta a pasármelo bien. Desgraciadamente, no contaba con la gente de alrededor. De delante, en concreto. Allí se situaron estratégicamente dos adolescentes histéricas con más potencia vocal que Camilo Sexto en sus buenos momentos y un concepto muy raro del partido. Los 90 minutos, ESOS HORRIBLES 90 MINUTOS transcurrieron entre gritos de (y cito literalmente- cómo para olvidarse del expectáculo):
- “¡¡¡¡IIIIIKER, IIIIIIIIIIIIIIIKEEEEEEEEEEEER, IIIIIIIIIIIIIIIIIIKEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEERRRR!!!!” Sí, nena, sí. Eres capaz de recordar su nombre y gritarlo a la máxima potencia. Bien es verdad que podrías caer en la cuenta que en estos momentos quien juega es Cañizares. Ikeeeer-IIIIkeeeer está sentado en el banquillo en la otra punta del campo. Y no. No te va a oir.
- “Morieeeeeeeeenteeeeeeees, quédate quieto que te voy a sacar una fotooooooo.” Dí que sí, hija, para qué van a andar con prisas a la hora de sacar córners cuando éso podría provocar que tú te quedes con una foto menos para la pared de la habitación.
- “TOOOOOOOOOOOORREEEEEEEEEEES, TOOOOOOOOOOORREEEEEES, TOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOORREEEEEES”. Bien. A esta chica alguien le tiene que explicar que si eres del Madrid (porque yo diría que era del Madrid claramente), no te puede gustar uno del Atletico. Es contra natura. Una cochinada, vamos. Por el amor de Dios, ¿te imaginas que a mí me gustara un jugador del Oviedo? Agh. Que alguien le cuente de qué va este deporte antes de que ella y sus hormonas hagan más el ridículo.
Y la que he dejado para la última por su originalidad, por su planteamiento surrealista, por la inspiración que le llegó en ese momento:
-”MIIIICHEL, MIIICHEL, ¡¡¡¡QUIERO LA CAMISETA DE TOOORREEES!!!!” Venga, a ver, vamos a analizarla despacio: Michel, Michel, quiero la camiseta de Torres. Cágate, lorito. Seamos conscientes de que a Michel Salgado ya posiblemente una mierda le importaría que quisiera la suya propia, le va a importar que quiera la de Torres. Y, ¿a cuénto de qué a Michel? Yo lo habría entendido medianamente si le hubiera pedido una camiseta de otro del Madrid, pero, ¿de Torres? No doy crédito. Que no.
En medio de semejante película de terror me hallaba yo, inocente victima que había ido allí a ver un partido de fútbol calladita y tranquila, cuando Saez LO HIZO nada más empezar el segundo tiempo: quitó a Xabi Alonso. Ý según salía del campo, yo veía la luz y me decía a mí misma en silencio (claro, si lo hubiera dicho en alto, la adolescente hiper-hormonada no me habría dejado oirme): “HAS PAGADO 20 EUROS POR VER JUGAR A GUTI. A GUTI. ¿Cómo se te queda el cuerpo?” Que no será mucho, pero bien que me hubiesen venido para salir ese fin de semana o ir al cine o ahorrarlos, oye, que poquito a poco, algo se consigue. Y reflexionando sobre eso me iba hundiendo poco a poco en el asiento, entre Gutis, hormonas, alaridos y Valerones perdidos en algún lugar de la grada. Entonces decidí que NUNCA MAIS. Así sea.
Posted by la_filologa :: 9:26 p. m. :: 6 Comments:

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