Diario de una filóloga arrepentida
martes, mayo 16, 2006
Perseguida por atontaos e incompetentes
Pase que a primera hora de la mañana un zoquete la intente atropellar a una porque no va a lo que va por la carretera. Pase que un atontao se pase todo el puto viaje de Gijón a Oviedo protestanto porque el autobús universitario no recogió a toda la gente en las últimas paradas. Que si no me levanté y le dije a voces: “Cállate, so cansino, que todos los putos autobuses del universitario, absolutamente todos hacen esas dos paradas. Pasarán tranquilamente por ahí el nuestro y otros cinco”, fue porque no tenía ánimos de empezar el día de forma violenta. Y porque, después de un cuarto de hora con la misma cantinela, en vez de decírselo a secas, se lo habría aliñado con una leche. No me explico que la gente pueda ser tan sumamente cargante a esas horas de la mañana.
Pase incluso que le pidas amablemente a la becaria que te imprima unas cosas en la sala de ordenadores de la facultad y se olvide del documento más importante. Pero hasta ahí llegamos. Que te ocurra todo esto en cuestión de horas ya es demasiado. Y súmale que cuando vas a imprimirlo, ya a las 3 de la tarde, no hay nada abierto, luego tienes que volver a la facultad, por lo que te das cuenta de que no llevas encima folios blancos para que te lo impriman, así que tienes que ir a comprar unos. El quiosco más cercano, cerrado. Y, hala, a correr, que el bus pasa a las 3 y media. El becario, alma de Dios, se entera de lo que hay que imprimir, y cuando vas, lo más digna que puedes, a dejar donde los bedeles el trabajo para tu profesora… se han ido a tomar un café. Y dejan ahí el periódico abierto de par en par en las páginas de sociedad, para que tengas bien claro que no es que estén vagueando ahora mismo, es que llevan toda la mañana sin hacer nada, mientras tú te vuelves loca de arriba para abajo, y ¡¡ellos cobran!! Hasta que ya, derrotada, a las 3 y 25, te das cuenta de que no tienes absolutamente ninguna posibilidad de coger el autobús que te permitiría llegar a casa a las 4 (para comer.) Azotas la mochila, la chaqueta que a esas alturas ya llevas en la mano, contra el suelo, mientras te dispones a esperar paciente. Y ahí llega la bedela, con tooooooda su pastimonia. Tras toda tu odisea, dejas ahí el trabajo y te diriges, inocente como tú sola, a la parada del bus universitario, por si aún no hubiese pasado.
Pero no. Pasará tarde absolutamente todos los días menos los dos únicos del año en los que tú vayas justa de tiempo. Coges la cuesta que te separa de la estación de autobús, un camino durante el cual vuelves a estar un par de veces en peligro de muerte por atropello y te encuentras a un atontao con una camiseta celebrando su oviedismo, que te apetece descargar todas tus iras contra él, pero no crees en la violencia en el fútbol. Además, bastante tienes con intentar no morir de una insolación, ni ser atacada por un coche en una ciudad en la que los pasos de peatones están puestos a mala leche.
Así que, a duras penas y ya con una sudada del 15, coronas la cima de la estación de autobuses, sacas la tarjeta para ticarla y… hombre, lo que faltaba para tener un día completito: la máquina está estropeada. Pues, venga, bonita, a sacar un ticket de tu dinerito suelto, a pesar de que aún tienes 10 viajes por gastar en la tarjeta. Y mientras refunfuñas subida en el autobús tras llamar a tu madre para decirle que a las 4 de la tarde todavía estás en la estación de Carbayonilandia, al menos una persona hace bien su trabajo y el conductor sale a la hora indicada.
Record del día: desayunar a las 7 de la mañana y no conseguir comer hasta las 5 de la tarde gracias a una cadena perfectamente coordinada de inútiles en sus respectivos trabajos. La incompetencia unida jamás será vencida.
Posted by la_filologa ::
5:01 p. m. ::
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