Diario de una filóloga arrepentida

miércoles, marzo 22, 2006

Pepita goes wild

Ya hace tiempo me había fijado en ella mientras el profesor malvado pasaba lista. No tenía pérdida. Chiquitina (no es que yo sea Pau Gasol en femenino, pero estoy en la media), así más bien redondita y con unas gafas definitivamente demasiado grandes para su cara.
Hoy no estaban las chicas con las que como siempre en la facultad, así que me uní a una mesa a la que me invitaron unas chavalas del grupo de la tarde, muy majas ellas. Total, que mientras yo estaba concentrada en abrir lo antes posible la envoltura en papel albal de mi bocata, llegó esta mujer de las gafas desorbitadas. Vamos a llamarla Pepita a partir de ahora, porque sin nombres (aunque sean ficticios) es un lío. Venía montando un escándalo monumental. No tan grande, la vocecita chillona no le da para que se la oiga mucho. Tras dejar por unos minutos mi preciadísimo bocata, esperando que nos viniera con una noticia bomba como que se habían adjudicado los Erasmus, que los extraterrestres habían aterrizado en el campus para devolver a su planeta a los de Filosofía o un similar, Pepita nos contó el motivo de sus chilliditos, saltitos y espasmos incontrolados. Fue al baño y cuando estaba dentro, se dió cuenta de que… (haced vuestras apuestas)
A) Se había metido en el de hombres por equivocación y la taza estaba toda meada.
B) En un momento digamos delicado, se había quedado sin papel.
C) Una pareja se metió en el servicio de al lado y se lo montaron mientras ella estaba pared con pared.
D) Ninguna de las anteriores.
And the winner is………. D. Pepita, nuestra amiga Pepita, esa mujer a unas gafas pegada, a unas gafas superlativas, chillaba porque (quiero música de tensión en este momento) … Había visto una mierda de araña. Espera, no te creas que fue así solamente. El gran motivo de su pánico es que tan maligno insecto se hallaba caminando como Pedro por su casa por una de las botas de Pepita. ¡Ay!- suspiraba nuestra valiente heroína- ¡imagináos que no me llego a dar cuenta y se me sube por los pantalones!
Exactamente cuando terminó de pronunciar esa frase, volví a mi ansiado bocata de chorizo con la firme intención de no volver a dejar para después un bocado por la intervención de gente rara que no conozco de nada. Anoté mentalmente que, a partir de hoy, me obligaré a no mirar más a Pepita como un pequeño ser inocente, sino como alguien que debería darme miedo. Y, ya felizmente masticando, mientras a mi alrededor continuaba la épica narración de cómo Pepita salió del aprieto, me la imaginé intentando sobrevivir al contacto con un bicho mayor. No sé, una vaca. Sí, de visita turística en los Lagos de Covadonga, vería de lejos a una vaca que rumiaba pacíficamente la comida y, acto seguido, intuyendo en la pacífica cornuda una mirada asesina y una violencia exacerbada, Pepita y sus gafas saldrían corriendo, a saltitos, como Heidi, pero con menos fortuna en el aterrizaje.
Posted by la_filologa :: 1:01 p. m. :: 3 Comments:

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