Diario de una filóloga arrepentida

miércoles, marzo 15, 2006

En brazos de Morfeo

Mi pobre madre lo tiene asumido. Cuando tengo sueño, no hay que hacer caso de ni una de las palabras que salgan de mi boca. Especialmente, si son en contestación a algo. No razono. Por algún motivo, si estoy medio dormida puedo realizar tareas varias (véase aseo personal, hacer la cama, vestirme, preparar el desayuno, etc), pero no soy capaz de controlar la relación pregunta-respuesta.
Por eso, ésta mañana, no se extrañó, ni me preguntó nada cuando al grito de: “¡Me marcho ya!”, contesté, en pijama, desde la otra punta de la casa: “¡Voy!” en vez de “Vale” o “Hasta luego”. En diversas ocasiones he respondido a esta despedida mañanera con frases tales como: “¡Hasta mañana!” (¿te vas a la universidad o al Festimad, maja?), “No” (rotunda, ya a esas horas) o “Sí, sí. Vete, vete” (dando mi venia para que se marchase). Y es que de pequeña dormía fatal, así que ahora necesito recuperar tantas y tantas horas perdidas… que es una angustia tener que levantarse a las 7 cada día. Claro, me traumatizo con el tema y un día pasó lo que tenía que pasar. Pensé que me sonaba el despertador, lo apagué. Me había dormido. ¡Y media! ¡AAAAAAAAAAAAAHHHHH! No llego a coger el bus si no acelero. Con los pantalones vaqueros en una mano y el tetrabrick de leche en la otra, me dispongo a prepararme un Cola-Cao y compruebo cuanto tiempo me queda. Menos 25. Las 4 menos 25 de la mañana. Vergüenza y preocupación por mi propio estado mental se mezclan. Camino de puntillas de vuelta a mi habitación.
Al menos, como decía al principio, en mi casa me comprenden. Bueno, me comprenden, no me escuchan cuando digo tonterías, qué más da. Hubo un día clave en que mi madre se tuvo que enfrentar a el ser irracional en el que se convertía su primogénita (y unicogénita) por la falta prolongada de sueño. Vió como en una borrachera cerca del coma etílico no podría estar peor que medio dormida. Os sitúo. Regreso del viaje de estudios. 4º de la ESO. Una semana en Barcelona y alrededores. Horas de sueño: muy, muy, muy pocas. Me bajo del bus y me dirijo a mis progenitores. Ellos me preguntan lo típico:
-¿Qué tal?
Yo suelto lo que en ese momento considero la respuesta más lógica:
-Ví a Guardiola.
No os quiero ni contar el descojone que se montó y el cabreo y la indignación que ocupó todo mi ser hasta que cené y, 16 horas de sueño después, me desperté y vi la luz: ¿Para qué metes al pobre Guardiola en todo esto? Puff
Posted by la_filologa :: 12:54 p. m. :: 0 Comments:

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