Diario de una filóloga arrepentida
domingo, marzo 05, 2006
Mikel y Nacho: entre Sidraworld y Borrokilandia
¿Vosotras tenéis amigas monísimas y divinas a todas horas del día que hacen que a su lado parezcais un truño? Yo tengo dos (no se me enfaden las demás) y las quiero un montón de todas formas, ¿eh? A ver si os vais a creer que las altas y guapas no tienen su corazoncito, sus aficiones e ilusiones, como todo ser humano. Y también, al igual que todo ser humano, tienen sus mitos eróticos. Dos, en este caso. Y, además, los comparten.
Ya que tiene enchufe casi-familiar, le daremos el beneficio de ser el primero a Nacho. Resulta que el verano pasado me fui a Canterbury a aprender inglés y bueno, creo que me pasaba una media de 5 horas al día hablando con Nacho… en español. El caso es que después de pasarnos unos dos días buscandole toallas en aquel pueblo tan raro (y tan lovely, a la vez),de perdernos yendo al Sainsbury y de hacerle un té porque estaba malito y resacoso llegó a la conclusión de que era como una madre para él. Y me lo dijo, así, con cara de pachucho en la cocina, cosa que evitó que lo tirase por la ventana. No sé, supongo que porque en el fondo, tenía razón y mi “Eso me hace sentir muy… vieja” pasó pronto a cambiar “vieja” por “orgullosa”/”honrada” o algo así. Cuando llegué de vuelta a casa, fui toda feliz a enseñarles a mis amigas fotos de lo bien que me lo había pasado en tierras inglesas y de “los mis guajes” (ay, los mis guajes, cuánto me acuerdo de ellos…) Pero vayamos al grano, mis amigas bellas y divinas (a partir de ahora nos referiremos a ellas como Ene Punto Erre Punto y Ele Punto Ge Punto), se me enamoraron fotográficamente de Nacho. Servidora no se había fijado mucho, mucho, porque en un punto indeterminado de mi adolescencia pasé del amor al odio más absoluto a Leonardo DiCaprio y eso me llevó a perder todo interés erotico-festivo en los rubios por los siglos de los siglos. Es absurdo, pero es así. Reacción en cadena, diría yo. Así que, Nacho, guaje míu, si estás leyendo esto, ya sabes que el amor te ha encontrado (aunque puede que tú a él no)en un punto indeterminado de la Cornisa Cantábrica. Asturias o Euskadi. Sidraworld o Borrokilandia. Es el dilema.
Está bien tener como amor platónico a un amigo de una amiga, pero lo propio en estos casos es un famoso del ámbito que sea, pero famoso. El ámbito en concreto es “futbolistas de este mundo”. Y, no, malpensados, mentes calenturientas, no penséis inmediatamente en los típicos Torres y Casillas. Por favor, si esa era la primera idea de alguien, exijo que se pida perdón públicamente por creer que mis queridas Ene Punto Erre y Ele Punto Ge son así de palurdas. Un poquito de por favor, vamos, es increible que hayáis llegado a pensar eso. Un respeto hacia ellas a partir de ahora, ¡que no son tan horteras, hombre! Como bien habéis deducido del título, el interfecto se llama Mikel. Mikel Alonso. Porque, tal como había comentado en alguno de mis anteriores artículos, el chicarrón del norte nunca pasa de moda. Este gran mito sexual vasco que os comento juega en la Real Sociedad, es hermano de mi jugador favorito (buenos genes… futbolísticos, ¿eh? en esa familia) y así fue como Ene Punto Erre Punto descubrió que existía. Pobrecito suyo, era el hermano por el que nadie daba un duro, la prensa se metía con él; era, en resumen, el Jose Felix Guerrero de la Real. Lo de Ele Punto Ge Punto vino por otro lado. Casualidades de la vida, estudiaban en el mismo campus. Hasta que acabó la carrera y se fue sin decir adios. Y dejó tristes y llorosas a las mujeres que habitaban aquel lugar, totalmente vacías de su anterior ilusión por levantarse a las ocho de la mañana, cruzar el edificio y ver, aunque fuese cinco minutos, a nuestro amigo el sexy tolosarra. No hay palabras para describir el vacío que dejó en esa universidad, como no hay palabras para describir la carita que se le quedó a Ene Punto Erre Punto cuando el bello giputxi vino a Asturias con su equipo y se sacaron una foto juntos. “Huele a gloria”, musitó Ene Punto Erre Punto. “Pero si va a jugar ahora. No se habrá puesto colonia”, dije yo, que no había captado la poesía del momento. Me miró, como diciendo “hay que explicártelo todo, mona” y sentenció: “No huele a colonia. Huele a él. Huele a limpio”. Se asomó aún a tiempo de ver el autocar marcharse, mientras él leía en su asiento el periódico desde demasiado lejos. “Mira, es miope”, otra interrupción de un momento bonito por mi parte. Así, de una manera u otra, me las abandonó a las dos, pero creo que de todas formas, no pierden la esperanza de que algún día se entere que tiene quien le quiere en Sidraworld… o Borrokilandia. O ambas, ¿no?
Posted by la_filologa ::
1:12 p. m. ::
1 Comments:
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