Diario de una filóloga arrepentida

sábado, enero 12, 2008

De preocupaciones irlandesas

Queridos amiguitos, irse de erasmus no es tan fácil como podría parecer, no. Una vez allí, uno sufre y sufre cual cerdo en matanza con las terribles preocupaciones que lo acucian. A continuación, paso a narrar las principales fuentes de angustias y sufrimiento que nos traumatizaron a Clara y a servidora en nuestra epopeya en tierras irlandesas. No puedo sino advertir que este texto puede no ser adecuado para personas sensibles y que, incluso los más fuertes harían bien en tener un pañuelo a mano por aquello de las lágrimas. Ah, es duro, pero haré el esfuerzo de recordarlo... El caso es que las precupaciones que teníamos eran las siguientes:

  1. COMER. No cocinar a lo Arguiñano, no alimentarnos mediante platos exóticos, no probar la nouvelle cuisine irlandesa, nada más lejos de la realidad. Se trataba de comer guarrerías, comer por pura gula. Comer viendo pelis, comer mientras nos arreglábamos para salir, comer en el MacDonald's, comer en el bar aquel que parecía uno de los típicos americanos con camareros en patines y estilo años 50, comer gominolas que Clara había traído de Xixón del alma, comer chocolate, comer patatitas con sabores raros, comer tortilla de patata prefabricada, comer fabada de lata, comer en el Burguer King, comer fish and chips (aunque no nos gusta el pescado), comer helados cuando íbamos a la compra y hasta comernos, para celebrar la despedida de Clara, un postre que llevábamos dos meses deseando y que tenía (echáos a temblar) casi... 700 calorías. Y es que nosotras comíamos sin reflexionar sobre el futuro hasta tal punto que ni nos leíamos las etiquetas. Ah, aquel día antes de la Reading Week todo habría sido tan distinto si las hubíesemos leído. Veréis, nos las prometíamos tan felices en el supermercado, cuando compramos nuestra cena al completo, que estaría compuesta por: a)una pinta de sidra para cada una y otra para compartir, b)un paquete con 10 minipaquetes dentro (allí funciona así, nadie que no haya estado en las islas británicas lo entiende, pero en fin) de lo que creíamos eran bolitas de queso, y c) una tarta graaande y gorrrda de fresas y natas. Menús equilibrados a nosotras, psss... El caso es que si hubiésemos leído el etiquetado en la tienda, no habríamos descubierto 20 minutos antes de ponernos a cenar que las bolitas no eran de queso, sino de carne (¿¿¿qué aberración es esa???) y que la tarta había que sacarla del frigorífico 5 horas antes de comérsela. El caso es que nosotras, chicas de recursos que somos, solucionamos lo de la tarta metiéndola en el microondas en función descongelado. El resultado fue delicioso: desecha por fuera, congelada por dentro (de verdad, que dolían los dientes al morder el bizcocho.) Estaba buena, de todas formas. Y, bueno, lo de las bolitas, podéis llamarnos guarras, pero ya las habíamos pagado y tampoco íbamos a quedarnos sin primer plato. Dato bonito, a la par que anecdótico, es también el estado del cajón del escritorio de la habitación de Clara. Tú la veías ahí, tan ordenadita, con su libro de Text and Context y sus folios y su portátil, que algo que hacía pensar que ese cajón estaría llenito de libros. No, amigos, no. Cuando lo abrías, una multitud de paquetes de diversos tipos de patatas, una bolsa llena de gominolas, tres paquetes de palomitas y uno de galletas caían sobre tí. Despido este pequeño apartado enumerando los grandes grupos de comida (los de la pirámide alimenticia) para nosotras: pan bimbo, pechuga de pollo, lechuga iceberg, salchichas, jamón envasado al vacío, pasta, arroz, chocolate, galletas, gominolas y patatas fritas.
  2. BEBER. Beber sidra, beber Martini o el muy fatídico Martinetti, beber kalimotxo para enseñar a Ida a jugar a cosas tan educativas como el duro o el hijoputa (traducido para la ocasión como juego del sonofabitch.) Beber mientras nos arreglábamos, beber en los bares, beber en las discotecas, beber en las fiestas de la universidad. Beber solas, beber rodeadas de desconocidos irlandeses borrachos, beber en casa de Shane mientras ÉL se arreglaba. Beber, sobre todo, los jueves noche en aquel bar en el que todo era a tres euros. Cosas maravillosas (o no tanto) que nos pasaron durante o después de beber: ver a los Vengaboys en directo, escuchar música tradicional irlandesa y creer que sabemos bailarla, ser timadas terriblemente al cobrarnos 7 euros (SIETE EUROOOOSSS) por una pinta de sidra, posar cual azafatas del Un, dos, tres con un coche que se sorteaba en la universidad, abrazar a la estatua de Molly Malone, vomitar en el baño del bar de todo a tres euros, repostar yendo a comer patatas a un lugar llamado Abrakebabra (¿¿¿???), hacer la coreografía de Lady Marmalade en OT1, ver el testimonio de Bill Gates en La Hora Chanante, ver el monólogo de Oliver y Benji de Dani Mateo, hacernos fans del chico del anuncio de aquella cadena de peluquerías, ir de visita al zoo resacosas, ir en tren al sur de Dublín resacosas, ir a clase resacosas (y aún así seguir siendo las más listas), ponerme a discutir sobre fútbol en medio de la fría calle irlandesa en febrero porque un amigo de Shane insistía en que Cesc era mejor que Xabi Alonso. A veces, desgraciadamente, esta nuestra preocupación 2 era fatídida para la 1. Así fue aquella vez que habíamos comido demasiado tarde, con lo cual se hacía imposible beber la pinta de sidra, arreglarnos, cenar, y salir de casa para estar en el bar de la universidad a las 8, porque allí se haría un simulacro de despedida de soltera y vendrían los intérpretes de Full Monty, la obra de teatro y, tras verlos, salir corriendo para llegar al bar de todo a tres euros después de las 10.30, pero antes de las 11. Visto lo visto, eliminamos de todas esas cosas la que consideramos más superflua: cenar. De las consecuencias, ni os hablo...

CONTINUARÁ...


Posted by la_filologa :: 9:35 p. m. :: 25 Comments:

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