Diario de una filóloga arrepentida
martes, febrero 12, 2008
Enganchada al culebrón adolescente.
Sí, amigos, como reza el título del post, estoy enganchada al culebrón adolescente. Pero no a esa bazofia de
Física o Química, nonono, sino a uno muchísimo más realista e interesante. Se trata de la clase de tercero de la ESO a la que he ido a parar CAP mediante. Los primeros días estaba lo suficientemente ocupada apuntando todo lo que hacía la profe con ellos y evitando que llamaran a mi madre para pedir una justificación para llegar a segunda hora, al confundirme con una alumna. Pero una semana y pico de estar sentada con una compañera en la parte de atrás del aula ya ha dado para mucho. Sin ir más lejos, ya tengo un favorito en clase (porque por supuesto que los profes tienen favoritos, está claro.)
Llamémoslo
Zipi, sobrenombre adquirido porque, evidentemente, también hay un
Zape. Se sientan juntos y comparten libro y workbook. Parece ser que hay pruebas de que cada uno tiene su libro y su workbook, simplemente quieren ahorrar el llevar demasiado peso. Lo de Zipi ya es el extremo del ahorro de esfuerzo. El otro día le explicaba a mi tutora su teoría de llevar sólo una libreta a clase, en plan:
"Mira profe, aquí tengo Mate, aquí tengo Lengua, aquí tengo todo. Y luego, llego a casa y lo paso. ¡Lo paso, profe!... ¡Lo paso!" Zipi, ante todo, es tremendamente participativo. Él, a decir verdad, mucha idea de inglés no tiene, pero siempre es el primero en ofrecerse para corregir, para contestar en los listening, para hacer los diálogos, para todo, en fin. Habla tanto en clase que a veces la profe termina amenazándolo con castigarlo sin recreo si no se queda callado lo que queda de hora. Yo personalmente opino que es un incomprendido. Porque, aquí donde me véis, en mis días de observación he dado con la raíz del problema: Zipi sólo escucha, escuchar de verdad, cuando le preguntan o le hablan directamente a él (será que su madre le dijo de pequeño que no pegase la oreja en conversaciones ajenas, o algo.) Así que, generalmente, si él empieza a hacer un ejercicio, lo hará bien, dentro de sus limitaciones con el inglés, que son muchas, precisamente porque si la profe no le explicó directamente a él una cosa, tendrá un lío enorme. Ahora, si empieza otro y a él le toca seguir, el pobre Zipi ya no sabe si va en la primera frase o en la quinta, si hay que poner los verbos modales o los tiempos verbales, o si se estamos en el ejercicio dos o el tres.
Lo de
Zape es harina de otro costal. Tampoco es que se entere de mucho, pero lo suyo es por el amor. De hecho, uno de los primeros días de clase, mi compi y yo cometimos el tremendo error de esperar a nuestra tutora justo en la puerta del aula. Y ahí fue cuando vimos a Zape morreandose con un ser femenino no identificado (porque no va a nuestra clase) y el trauma creemos que no se nos irá nunca. A decir verdad, Zape, al igual que la inmensa mayoría de la clase que nos ha tocado, todavía no ha dado el estirón, así que la sensación de ver a dos niños morreandose fue como rara, así de las que dejan marca para el futuro. Me entraron muchas ganas de encerrar a mi adolescente prima en casa.
Otro de mis personajes preferidos es
La Vane. La Vane, evidentemente, es un nombre ficticio, aunque no se aleja mucho del real (no, no os pongáis a hacer quinielas en los comentarios, el nombre da igual.) Es una de las estrellas de mis anécdotas desde el mismísimo primer día. Y es que, ¿cómo no fijarse en una chica que está naranja de maquillaje que lleva? Yo creo que la pobre es muy mona (supongo) debajo de esa capa, pero, claro, es más intuición que otra cosa. Mi opinión personal es que lo del maquillaje se debe a querer ocultar que ella tampoco ha pegado el estirón. Yo creo que si nunca se entera cuando le pregunta la profe es porque está como en otro mundo, así como ida, pero, eso sí, superfeliz. A mí me encanta por eso: podría no enterarse y dar la chapa en clase, pero no, ella simplemente es alegre y feliz y se pasa sonriente de la primera hora a la última. Como unas castañuelas, la criatura.
Pero lo más interesante de La Vane es su vida sentimental. O más bien nuestras conclusiones sobre su vida sentimental. Lo pongo punto por punto porque es lioso (como todo buen culebrón.) Se basa en nuestras especulaciones en exclusiva, no tenemos fotologs ni otros documentos que lo demuestren.
- Fulanito se sienta delante de La Vane y no para de darse la vuelta para hablar con ella. Aquí no nos atrevemos a hablar de vínculo pseudo-amoroso seguro porque Fulanito es también de natural expontáneo. Así que puede ser que esté interesado en La Vane o simplemente que, como no se calla, sienta la necesidad de hablar con todo el que tenga alrededor. Nosotras nos decantamos por la primera opción. ¿Podríamos tener una historia de amor Fulanito/La Vane? ... No. Y es que... hay terceros en discordia.
- Si bien Fulanito se gira contínuamente para mirar a La Vane, no es menos cierto que ella se descoyuntra las vértebras a diario al darse media vuelta para ver a El Principín (ver nota al pie.) Peeeero...
- El Principín no parece hacerle caso de ningún tipo. Él atiende bastante en clase, cuando contesta lo hace casi siempre bien, aunque su nivel de intervenciones, en cuanto a número, está muuuuuuuy, muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy lejos de Zipi, o del mismo Fulanito, que también es muy aficionado a hablar cuando oye campanas y no sabe dónde (claro, como se pasa media clase intentando entablar relación con La Vane...) No sabemos muy bien si El Principín no se entera de que le gusta a La Vane, o es que pasa del tema. El caso es que cada vez que hay risas generalizadas en el aula, ella se gira con la esperanza de establecer contacto visual en pleno cachondeo y su porcentaje de éxito suele ser bastante escaso. Creemos que, cada día, cuando se pone delante del espejo a sabe-dios-qué-hora, piensa: "Mmm... hoy una capa de rimmel más, a ver si así se fija." Un día, se le van a caer las pestañas del peso. Peeeero...
- A veces, El Principín se ríe y no se debe al jolgorio generalizado. Es porque alguien a su lado le cuenta alguna tontería de la que, obviamente, sólo se enteran ellos dos y como mucho las chicas de delante. ¿Cuál es el gran problema? Que ese alguien que se sienta al lado del Principín es (sí, preparáos para lo peor)... ¡¡una chica!! Si las miradas de amor que le lanza infructuosamente La Vane al Principín ya son legendarias, no lo son menos las de odio hacia su compañera de pupitre, a la que llamaremos Menganita. Si el mal de ojo funcionase de verdad, Menganita ya tendría una pierna rota a estas alturas.
- Un día, Menganita tuvo que ir al médico y se marchó antes de clase. Si La Vane, ya de normal, se entera, así a ojo, de un 50% de lo que se dice en clase (en un día bueno), aquel cuarto de hora sin Menganita, a La Vane no la rozó ni el 20% de la información. Venga a mirar y mirar, venga sonrisa y sonrisa, y El Principín a lo suyo, leyendole a la profe su redacción, más feliz que un ocho. Peeeero...
- Todo apunta a que entre Menganita y El Principín no hay nada más que una bonita amistad. De hecho, ella hoy le enseñó su regalo para otro chico (nos parece que sería el de San Valentín, o así.) Pero La Vane no se fía. Hoy, cuando la vió sacar el envoltorio, por muy evidente que fuese que era para otra persona y Menganita sólo se lo estaba enseñando antes de ir a darlo, la mirada de La Vane hacia ella fue criminal. De verdad, daba escalofríos. Prácticamente se veía cómo le salía humo de entre los rizos y un globo de pensamiento como los de los tebeos que ponía: "Asquerosaaaaa, asquerooooooosaaaaaaa..."
Y fin. Eso es lo que tenía que contar.
NOTA AL PIE: El sobrenombre de El Principín viene a que hoy estuve hablando con María y, como ella es muy fan (yes superfans, sí, reconócelo públicamente) de ese libro (De El Principito, vamos, yo puse la Asturian version) y tiene una colección en un montón de idiomas. Tómatelo en plan homenaje, Mari.
Posted by la_filologa ::
6:29 p. m. ::
18 Comments:
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